El endiablado rompecabezas en que se ha convertido la constitución de un gobierno en España será ahora un mero pasatiempo. Escenificado el rechazo de la mayoría del Congreso de los Diputados a la investidura de Mariano Rajoy sólo cabe tomarse un periodo de trámite hasta que se abran las urnas de las elecciones autonómicas en el País Vasco y Galicia. Y esperar a que allí llegue una solución «in extremis» que evite las cada vez más inevitables terceras elecciones. Dirigentes socialistas ya reconocen abiertamente que hay que prepararse para otra campaña electoral, quizás de sólo una semana y confiando en que la tercera sea la definitiva. Los dirigentes del Partido Popular se frotan las manos pese al escollo de imagen que puede ocasionar el inicio del juicio del «caso Gürtel», previsto para el día 4 de octubre.

¿De qué forma puede salir Rajoy de su atasco? La única vía que le dejaron los socialistas fue la búsqueda de apoyos en el PNV. Pero el rechazo de los nacionalistas vascos tal vez no sea definitivo. Al menos eso es en lo que confían Pedro Sánchez y los suyos, que cruzan los dedos para que se produzca un escenario en el que el resultado electoral en el País Vasco fuerce al PNV a dar su apoyo al PP a cambio de inversiones. Ya advirtió de ello ayer el secretario de organización de Podemos Euskadi, Lander Martínez: «El PNV tiene mucha experiencia en subirse al carro ganador en el último momento». Y más cuando las encuestas colocan a la formación nacionalista como probable ganadora de los comicios. No obstante, lo cierto es que el portavoz en el Congreso del PNV, Aitor Esteban, ya señaló en la sesión de investidura que su partido no apoyaría a Mariano Rajoy «ni ahora ni después de las elecciones vascas», tratando de poner freno a las hipótesis con la que especula la dirección federal del PSOE.

En todo caso si la solución al rompecabezas vendrá o no del País Vasco es una incógnita que no se despejará hasta la noche del 25 de septiembre. Entre tanto hay que ganar tiempo.

En política importa mucho la escenificación. Y en el teatro no tiene sentido mantener al público de brazos cruzados esperando a que ocurra algo previsto para media hora después. ¿Cómo rellenar los días que restan para las elecciones vascas? Agotado el discurso de Pedro Sánchez del ´no´ a Rajoy, el secretario general de los socialistas ha optado por una maniobra de distracción y sorpresa para mantener entretenida la espera.

La intervención del líder del PSOE en la última sesión del debate de investidura ha vuelto a sacudir el avispero en que lleva meses inmerso el partido. Sánchez hizo un llamamiento a las «fuerzas políticas del cambio» para ofrecer una solución «al atasco político». «Si actuamos todos con altura de miras y con generosidad estoy convencido de que encontraremos esa solución. Y no les quepa duda de que el Grupo Parlamentario Socialista formará parte de esa solución», proclamó Sánchez. Sus palabras tienen una calculada ambigüedad, máxime cuando después pidió un periodo de diálogo sincero entre todos los partidos, sin señalar a las claras cuál sería el objetivo. De ese modo trasladaba a los barones que le cuestionan el mensaje de que él sigue siendo el secretario general del partido y nadie puede marcarle con quién debe hablar y sobre qué.

Quienes recelan de la estrategia de Pedro Sánchez, (un grupo en el que destacan la presidenta andaluza, Susana Díaz, el asturiano Javier Fernández, el extremeño Guillermo Fernández Vara o el castellanomanchego Emiliano García Page) ven en cambio otro intento suyo por acariciar el gobierno y saltarse la premisa de que el PSOE debe permanecer en la oposición tras unos malos resultados electorales. ¿Alguien creía que Sánchez era un muerto viviente a la espera del próximo congreso federal del partido? «Le queda vida para rato», dicen los suyos.

Esta semana mismo se encargó de aprovechar bien la oportunidad que le ha brindado la elección del exministro Soria como representante en el Banco Mundial, una decisión que no ha gustado a sectores del PP y que ha agitado a Ciudadanos, que teme que su respaldo a Rajoy vaya a ocasionarle otro coste político añadido al que ya sufrió tras el acuerdo de Rivera con Pedro Sánchez. Las llamadas del líder del PSOE a Podemos y Ciudadanos para plantear tan siquiera la posibilidad de un gobierno a tres bandas que desbanque al PP no hacen más que aumentar la incomodidad entre los barones. A quienes también preocupa el escenario futuro es a buena parte de los parlamentarios socialistas en el Congreso. Los socialistas se enfrentan a dos premisas fundamentales en su estrategia: la práctica mayoría de los diputados del PSOE considera que es necesario evitar la convocatoria de unas terceras elecciones y que el partido no debe hacer nada que pueda llevarle a perder de cara a los ciudadanos la posición de liderazgo de la oposición. Saben bien que a la mínima Podemos aprovecharía para convertirse en recipiente para recoger el descontento contra el PP y agitaría otra vez la bandera de la nueva política frente a los cambalaches de la vieja.

En esta situación las alternativas son escasas. Si algún sector del partido cree que el PSOE debería abstenerse para permitir gobernar al PP tendrá que dejarlo claro en un comité federal (anunciado para después de las elecciones vascas y gallegas) y arriesgarse a abrir la caja de los truenos. Los termómetros de Ferraz alertan incluso de cierto riesgo de fractura interna en las bases e incluso hay quien inhabla de posible escisión en el partido en el caso de que el PSOE fuese aliado por omisión de un gobierno de Rajoy.

Así las cosas, las miradas están puestas en la actitud que adopte el PNV tras las elecciones en el País Vasco. Si sorpresivamente cambia su posición comiéndose lo dicho hasta ahora despejará de un plumazo todas las tramas igual que un deus ex machina en la escena política. Si no, vayan preparándose para una tercera campaña electoral.

Los análisis optimistas de Ferraz ante una nueva convocatoria electoral hablan de una subida del PP a costa de Ciudadanos, una caída de Podemos y una resistencia del PSOE si consigue mantener movilizado a su electorado. Pero en todo caso nada garantiza que de volver a abrirse las urnas el resultado nos lleve a la casilla de salida de la imposibilidad aritmética aunque haya variado el número de escaños para cada cual.