La biografía de John Le Carré -ayer se pusieron a la venta sus memorias en España, Volar en círculo- son tan apasionantes como lo que no desvela, pasa lo mismo que con otras vidas de la Casona del Parque. Ni Adam Sisman pudo rellenar todos los huecos de su pétreo muro en la extensa biografía en inglés que escribió del antiguo espía en Alemania. Después, claro, está la mezcla de lo vivido y lo imaginado, según Oliver Sacks todo el mundo tiene recuerdos inventados que ocupan el mismo espacio que aquellos que son verídicos. En realidad, Le Carré es David Cornwell, hijo de un estafador profesional, aunque su verdadero alter ego es Smiley, protagonista de la trilogía de El Topo y a quien tan bien conozco. En Málaga hubo un Smiley, veinticinco años en el frente, de eso hace ya algunos años.

Pero desde la decepción moral que produce hablar de España -a Urrusolo Sistiaga le han salido dos años de cárcel por cada asesinato y, por supuesto, ya está en libertad- me reúno en el hotel Molina Lario con José Antonio Jurado y Carmelo Sanmartín. Los dos de Magna Política, el primero presidente, y abogado del Estado -mira que tiene el Estado defensores, bueno, pues unos pocos ya lo tienen malherido-. Carmelo fue subdelegado del Gobierno en Huelva y tiene ideas interesantes sobre el porvenir. Al mediodía almorzaba con Juan José García, de Farma Química Sur, y coincidí con Manolo Marmolejo en Casa Emilia. Estaba Manolo apesadumbrado por lo de Soria, fue una metedura de pata pero el problema no es ése, es que siempre es el mismo y la Junta Directiva afónica, no se la escucha. Igualito que en PSOE, que ya despiertan algunas federaciones, como la andaluza, contra las correrías del secretario general. Heredia sigue el programa, que hay que darle la mano a Sanchez, se la da, aunque no se la den, pero ¿cuando dará Susana la orden de ataque? Ya se sabe que el cerebro humano tiene más sinapsis que estrellas nuestra galaxia. Y el pobre Luciano Alonso, envuelto en los trabajos fantasma de Persiles y Segismunda, ¡qué tiempos aquellos de consejero!

Por eso tengo la sensación de que ocuparse de la cosa pública -prometer hasta meter y una vez metido olvidar lo prometido- es perder las horas, es cierto que alguien tiene que hacerlo y si dejamos que ese alguien siga robando y malbaratando pues aviados vamos, pero hay asuntos más interesantes que la política, claro. Por ejemplo, el profesor Robert H. Frank, de la Universidad de Cornell, reflexiona sobre el papel de la suerte en la vida. Es una enmienda a la teoría del hombre hecho a sí mismo. Muchas variables influyen en la carrera de las personas. Estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno tiene su importancia. Pero admitir el peso de la suerte no significa que no haya esfuerzo y talento en quienes llegan lejos, aunque si tienen el viento de cola€ Por eso, a aquellos que no valen hay que invitarlos a marcharse, fuera hay quienes esperan una oportunidad para hacerlo mucho mejor, en lo público y en lo privado, la vida necesita movimiento, la quietud es la muerte.

También somos lo que comemos y está el dime qué comes y te diré quién eres. Por cierto, el 28 en el Rectorado se presentará un interesante libro, el del arte de la cocina en la época de Cervantes, iniciativa de la Academia de San Telmo, coordinado por el fundador de Gastroarte Fernando Rueda. Y ahora nos enteramos de un estudio -publicado en la revista científica Archives of Sexual Behaviour- que desvela que un 15 por ciento de los nacidos en los años 90 no se ha acostado con nadie desde que cumplió la mayoría de edad. Son los famosos millenials. Dos décadas antes la cifra era del 6 por ciento, y aquí nos creíamos que estaban todos los días en el ayuntamiento. Pues no, nada es lo que parece, bien lo sabe Smiley, que conoce de cerca nuestras vidas. Bartolomé Leonardo de Argensola, entre el XVI y el XVII, escribía este soneto:

Dime, Padre común, pues eres justo,

¿por qué ha de permitir tu providencia

que, arrastrando prisiones la inocencia,

suba el fraude a tribunal augusto?

¿Quién da fuerzas al brazo que robusto

hace a tus leyes firme resistencia,

y que el celo, que más la reverencia,

gima a los pies del vencedor injusto?

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