Vuelve Zenet a cantarnos de cerca sobre la vida en bolero y en jazz contra lo que se rebela. Sin quitarse el sombrero en corto ni dejar el soslayo con el que reta natural y sin bronca lo que mira y lo que seduce, regresa con un disco de café y de mañana. Suave, tostado, rítmico entre los dedos que silban, del lado de la ventana por la que entran los sueños en los que pierden los buenos y ganan los indios. Zenet auténtico, achinando los ojos abiertos cuando conduce Waits los estribillos que apalabra como una sombra que no se rinde, como Cohen cuando los baila sin perder la sonrisa de un poema con el alma disponible. Es lo que tiene de bueno este crooner malagueño al que no le gusta que lo etiqueten de Sinatra del sur, y que después de Mares de China, de Todas las calles y de La menor explicación ha dejado de pagarle el alquiler a la noche para vestir a su música de otra manera que suena, y vaya lo bien que suena, en Si sucede, conviene. Su nueva invitación de corazón coloquial y voz en su salsa, entre confidencias de trompeta y caricias a la guitarra, transmite supervivencia, situaciones creíbles, retratos de balada y sones de historias con dignidad a la vida que se aproxima a lo oscuro y lo ilumina. Lo presentó en una sesión de Noches en el Museo. La iniciativa del Fnac que empezó en el Museo Picasso y con la que Elena Padrón también convenció a Zenet de suceder esta semana en el Centro Pompidou con un showcase en acústico gratuito.

«Hagamos mil veces que todas las artes se encuentren» celebró el cantante que fusiona como si besara -haciendo fácil lo difícil, lo contrastado y lo atrevido- y que ya no tiene humo de tango ni resaca en el chasquido de sus dedos. Ni a un palmo del micrófono las ojeras de ayer en desgarro, aunque evoque de vez en voz el fraseo con rubato de Roberto Goyeneche -es lo que tiene la milonga para todos los que cuentan cuando cantan-. Tampoco exhibe atmósfera de cabaret su nuevo espíritu habanero y dejes de jondo. No canta en caliente esperando solitario la tentación de una mujer antes del amanecer, juntar los pedazos de haber estado volando alto. Pero aunque pide perdón, deja las llaves puestas porque en los géneros nunca se cierran las puertas si su música es la piel y se lleva en la huella, sean los que sean los zapatos. Hay en el nuevo Zenet esperanza alegre amordazando los olvidos y abrazando en las despedidas un amor aplazado. No falta ternura como siempre en el swing de quien conoce todas las esquinas de las sombras y de la seducción sus estrategias, pero que ahora no las canta en blanco y negro, y con el corazón a lo Vargas desengañado.

Da gusto ver, escuchar y disfrutar, después de una reflexión sabática, una desintoxicación nocturna y una voluntad de cambio, al músico de talento y sensibilidad, al vecino de la vida que no ha dejado de trabajarse todas las dificultades normales -en sus días y en sus canciones-, y encima los sueños de un cantante que interpreta, de un actor que actúa su música y los narra, sin dejar de abrochar cualquier drama con una cervecita y una indomable sonrisa pícara. Se le nota y no lo esconde el bailarín y el mimo, el maestro de escenarios que achica y agranda bailando sus solos y sus penumbras, jugando al escondite y al descarte con el sombrero entre las manos y guiñándole de tú al público que mantiene con el ritmo abierto y siguiéndole dentro de la canción que se vive. Es lo que tienen los tipos de barrio y de calle, esos que saben llevar corbata elegantemente ajustada al color del chaleco o con el nudo en perfecto desorden. Igual que saben rodearse, lo mismo que él, de buenos compinches -Javier Laguna en lo lírico, José Taboada a la guitarra, Lucho Aguilar al contrabajo, Pepe Rivero al piano y a la trompeta Manuel Machado entre otros de la banda con la que compone también folk y bossa nova-. Está Zenet, por derecho propio, entre esos antihéroes creativos, sin petulancia ni imposturas, con voz personal y tallada, que a cualquier causa perdida le encuentran el tatuaje de una música y la actitud del que nunca se rinde; quién sabe si a lo mejor.

No siempre es fácil mantenerse en primer plano. Tony Zenet lo experimentó como actor en sus inicios en Madrid y después de interpretar con éxito en 1994 la serie de televisión El joven Picasso de Juan Antonio Bardem. El papel que lo llevó a películas como Morirás en Chafarinas de Pedro Olea; La ley de la frontera de Adolfo Aristarain; Iona llegó con la lluvia de Sergio Cabrera; Mensaka de Salvador García Ruiz; El camino de los ingleses de Antonio Banderas y La mula de Michael Radford. Una carrera de aquí para allá, con sinsabores y aciertos, hasta que en 2008 recibió el Premio de la música al mejor Artista Revelación por su debut Los mares de China. Dos años después el disco Todas las calles consiguió el de mejor disco de Fusión. Tampoco el éxito asegura la paz personal ni avala los ascensos en una carrera. En ocasiones encanalla, equivoca, confunde y frena. Y si no son sus trabas y sus diezmos es la industria a la que se le cae el mercado entre la crisis y la piratería. El panorama actual al que también este tipo de barrio sabe aguantarle la mirada si lo provoca o le propone un brindis. Lo mismo que cuando la vida pretende llevárselo de calle.

Nada extraña por tanto que su nuevo disco sea una fantástica metamorfosis que suena limpia y luminosa, atractiva y zenetiana, nacida entre el crowdfunding de amigos y seguidores, editada por Volcán Música y a punto de estrenarse en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid el 28 de septiembre. Allí sonarán Cuando te enfades, Prefiero, Fuisté tú, Mereció la pena, Despiértame y otros deliciosos temas del qué será, será, este estupendo disco del crooner malagueño. Músico querido y compadre de otros paisanos como Javier Ojeda de Danza Invisible, Laura Insausti y Dry Martina, Rockberto y Tabletom, Hermanas Sister, la Free Sould Band, Diana Navarro, Pasión Vega y otros más jóvenes que comienzan a hacer camino en su misma ciudad cuna en la que la música cuenta y pinta, sin dejar de luchar a favor de nuevas salas como La cochera cabaret y porque también el Cervantes sea su casa. El teatro al que, con el lobo blanco de la navidad, volverá Zenet para compartir con Málaga este disco que promete recompensas, y que de momento ya suena a luz blanca, a reencuentro con la música vieja que mejor sabe y se paladea, y con el jazz que todo lo pespunta, hilvana, improvisa y cumple lo que se sueña.

Lo merece Zenet que conviene porque sucede, y siempre nos deja con lo que ocurre en nuestra imaginación con la letra de lo que canta.

*Guillermo Busutil Escritor y periodista

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