Cuántas mentiras de un partido y su Gobierno pueden soportar los ciudadanos sin que pierdan definitivamente la fe en la política? Es difícil saberlo pero desde que gobiernan con mayoría absoluta, incluso ahora en funciones, los políticos del PP los están poniendo duramente a prueba.

A veces son tantas sus falsedades, medias verdades u ocultaciones que uno siente la tentación de preguntarse si esos políticos viven en una realidad paralela o es que sencillamente se saben impunes.

Desde que el PP todavía de José María Aznar, pero con Rajoy ya como candidato a sucederle, mintió al responsabilizar a ETA de un salvaje atentado terrorista del que todo apuntaba a su autoría yihadista, el PP ha recurrido una y otra vez a la mentira sin que volviera a pasarle factura como ocurrió entonces.

Yo estaba entonces de corresponsal en Ginebra y recuerdo lo bochornoso de ver a nuestros diplomáticos, que seguían órdenes del Gobierno, implicar ante los organismos internacionales a la organización terrorista vasca en aquella masacre.

Ha vuelto a mentir el PP, ya con Rajoy al frente, en asuntos tan graves como la destrucción de los ordenadores de su tesorero al argumentar que se trata de algo normal cuando un trabajador cesa en una empresa.

Ha mentido una y otra vez el Gobierno al asegurar que la eufemísticamente llamada «reforma laboral» no pretendía en ningún caso abaratar el despido sino promover los contratos indefinidos o cuando aseguró que el multimillonario rescate bancario no costaría nada a los ciudadanos.

Incumplió lo prometido en materia de impuestos y mintieron sus políticos cuando se produjeron en metros o trenes accidentes mortales que podían perjudicar sus intereses electorales.

Tampoco dijo la verdad el titular de Industria cuando, tras estallar el escándalo de los papeles de Panamá, le preguntaron por una sociedad «off-shore» de su familia.

Y mintió luego el Gobierno a la hora de intentar justificar la descabellada propuesta del ya exministro para un alto y bien dotado puesto en el Banco Mundial.

El problema del PP es que, dado su carácter monolítico, una vez puesta en circulación desde su cúspide una mentira, todos sus dirigentes se ven en la obligación de «sostenella y no enmendalla».

¡Como si repetir una y mil veces una mentira fuera a convertirla en verdad!