El de la política española es uno de los casos más patéticos de solipsismo, cuando es justamente ese mundo exterior que se ignora el que condiciona todas nuestras políticas. En la ciénaga en la que nuestros dirigentes bracean desde hace casi un año, Europa no aparece. Nadie se atreve a decir si respetará el marco económico impuesto por la UE (más recortes) o lo impugnara, ni tampoco, en este caso, cómo sería posible hacerlo. Es como el preso encadenado que se enfrasca en una riña interminable con su compañero de celda sobre el reparto del pan y el agua. El Presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, acaba de exponer el programa para la segunda parte de su mandato, que no está ayuno de atractivo, pero no se sabe qué piensan al respecto nuestros líderes, metidos en su concha, discutiendo si Rita Barberá debe dejar escaño, o buscando un tono coral en la voz de los barones del PSOE.