El pasado domingo estuve paseando por Málaga con los ojos de un guiri. El motivo no viene al caso pero intenté ponerme en la piel de alguien que viene de fuera y se encuentra de primeras con la ciudad. La tarea es difícil porque uno tiene ya sus sesgos y rémoras, tanto positivas como negativas. La primera impresión fue que huele mal y está sucia. Además de las zonas donde se acumulan papeles hay zonas que están sucias pero nos hemos acostumbrado a ello.

Por ejemplo, muchos centros de transformación, depósitos de agua y monolitos de la ciudad se han convertido en milhojas de carteles de conciertos. Esta publicidad además deja una suciedad impregnada, debido a la cola, que es toda una delicia. Como curiosidad el otro día un operario, haciendo bien su trabajo, dejó el suelo lleno de ese pegamento y llevaba una camiseta de las de la campaña Málaga cómo te quiero. Toda una incoherencia.

En cuanto a los olores, la mayoría de ellos se deben a los excrementos de perro. Los perros tienen todos las mismas costumbres y al final dejan las mismas zonas llenas de excrementos y pises, porque, es cierto que cada vez hay más dueños responsables y recogen los excrementos, pero ¿que pasa con los pises? ¿que pasa con los excrementos que no han llegado a un buen estado sólido?

Málaga, a los ojos de un extranjero, también tiene cosas positivas: Bucear por los espigones de cualquier playa es una delicia que no valoramos a veces los oriundos del lugar y el sol tan independiente de la mano humana es predilección de los foráneos.

Metámosle manos a lo que podemos cambiar y no hablo de grandes planes, ni grandes eslóganes, hablo de que entre todos cuidemos la ciudad.