«El que dirige y acaudilla un partido está en la obligación sagrada, so pena de ser un mal hombre y mal ciudadano, de no abusar de la ingenuidad popular, de no envenenarla ni desviarla, de ser sincero con ella y decirle lo que de verdad se piensa».

Manuel Azaña

Analicemos algunas de las frases del discurso de Pedro Sánchez en la fallida investidura de Rajoy.

«El PSOE y su grupo parlamentario es coherente con su historia». ¿Acaso lo es gobernar en ayuntamientos y comunidades autónomas con quienes quieren destruir España y sus aliados? ¿No está aquí el origen de la decadencia del PSOE a partir del pacto del Tinell, del tripartito catalán y del error de Zapatero apoyando el estatuto que aprobó el Parlamento de Cataluña? Si el paso siguiente es intentarlo en el gobierno de España la destrucción del PSOE está cantada.

«No estamos dispuestos a colaborar con las políticas por Vd. practicadas. Nadie puede pedirnos que votemos lo que queremos cambiar». Tratar de confundir a la ciudadanía asimilando colaboración y apoyo a la abstención es una evidente manipulación y un desprecio a la inteligencia de los españoles. Unas eventuales terceras elecciones, aumentarán la mayoría del PP -solo o en compañía de Ciudadanos-, con lo que la pretensión de Sánchez se volvería en contra suya. Las clases medias y trabajadoras, cuyos intereses dice defender, acusarán la esterilidad del trabajo parlamentario socialista y la oportunidad perdida de «gobernar desde la oposición». Se vería en futuras elecciones.

«El PSOE no puede apoyar al PP porque su programa es una enmienda a la totalidad de la gestión de Rajoy». «Lo que plantea va más allá del rodillo de la mayoría absoluta, quiere gobernar sin oposición. En caso de que cediésemos, sería la legislatura del chantaje». ¿A quién quiere engañar Sánchez? Nadie habla de apoyo, con el agravante de que se está desperdiciando una magnífica oportunidad de gobernar también a través del Parlamento. En contraposición a la pasada «legislatura del chantaje» gestionada desde la Moncloa y sus pantallas de plasma, tendríamos el «gobierno del Parlamento» que ocuparía el centro de la vida política española impidiendo con ello la vuelta del «rodillo» del PP, probablemente repetible si hubiera terceras elecciones. No menosprecio las dificultades de tal empeño, pero así se aprenderá a gobernar en coalición cumpliendo el mandato de las urnas. Además, los ciudadanos han puesto al PP en minoría mayoritaria y subiendo, mientras que al PSOE le están retirando su apoyo paulatinamente. ¿Acaso el millón de votos perdidos por Podemos no está estrechamente relacionado con la oportunidad perdida para la izquierda al no haber apoyado a Sánchez en su intento de investidura? Por cierto, si el PSOE no captó votos podemitas y encima perdió más de cien mil, es evidente que el giro a la izquierda que pretende Sánchez está abocado al más rotundo de los fracasos, por mucho que su menguante militancia piense -según se dice- lo contrario.

Su no continuidad es una necesidad para la regeneración ética y política de nuestro país. Afirmación ciertamente correcta además de ser una opinión muy ampliamente compartida por la ciudadanía que sabe de prioridades políticas. Sin embargo, la expresada es la necesidad perentoria de que haya un gobierno en funcionamiento y no en funciones. Los tiempos judiciales pueden ser la última baza que le queda a Sánchez ante una eventual tercera vuelta, esperando que antes de diciembre se pongan en marcha los procesos de la Gürtel, Púnica y otros. Pero si piensa que eso va a favorecer sus expectativas electorales está equivocado. Aparte de los resortes que le queden a Rajoy para retrasar los juicios, en mi opinión Pedro Sánchez se ha desprestigiado tanto que sé cuánto durará al frente del PSOE y creo que nunca llegará a la presidencia del Gobierno. Y si lo consiguiera en breve, sería a costa de la destrucción del PSOE y de la temible grequización de España.

«Los socialistas decimos sí a otra forma de hacer política, a otra forma de entender las instituciones y dirigirlas». ¡Por eso desprecia el voto de los ciudadanos que han reiterado su mandato político! ¡Por eso la política del postureo -no sólo de Sánchez- que nos tiene hasta los mismísimos€! ¿Es ésta la forma que tiene de entender la democracia el secretario general socialista? ¿Tratar de torcer la voluntad de los votantes sin importarle los enormes costes de todo tipo que conlleva y que pronto empezaremos a notar? ¡Ya veremos cuando nos multe Bruselas! Por otra parte, apelar -tramposamente- a la militancia cuando no se es capaz de liderar una ejecutiva, es muestra de incapacidad para ocupar el importantísimo cargo que ostenta. No deja de ser curiosa la circunstancia de que los socialistas que gobiernan en comunidades autónomas estén por facilitar el gobierno del PP frente a los que no han gobernado nunca nada. Eso explica la irresponsabilidad rampante.

En suma, ensordecedores abucheos a casi todos los parlamentarios.

*Esteve Secall es miembro del Club DEMOS 78