Parece que en Podemos, el nuevo partido de la izquierda española, ha estallado un vivo debate entre sus dirigentes sobre el tono y el fondo.

A unos parece darles miedo asustar a los indecisos y quieren seducirlos con el tono. Son los otros partidarios de decir las cosas claras aunque sean duras y asusten con ello a los más tibios.

¡Como si las cosas no pudieran decirse con meridiana claridad pero sin insultar ni ofender al adversario político, respetando las formas en todo momento!

Nuestra historia está demasiado poblada de cuchillos cachicuernos, como diría mi amigo, el novelista Juan Pedro Aparicio.

Si a uno, que ha vivido largos años fuera, le molesta especialmente cierta forma de ser de muchos compatriotas, es precisamente lo desabrido, la dureza de tono en las discusiones.

Somos testigos de ello en esas tertulias radiofónicas con personajes que gritan todo el tiempo, se interrumpen, no escuchan a quien enfrente y pretenden ser poseedores únicos de la única verdad.

Es algo, casi me atrevería a decir, que va sobre todo con el carácter mesetario y que parecen suavizar muchas veces, aunque no siempre -véase el caso de los políticos del PP valenciano- los aires mediterráneos.

Hay que reconocer, sin embargo, que el tono medio de discusión está cambiando en todo el país y que por fortuna los jóvenes no suenan ya por lo general tan intolerantes, tan inflexibles en sus juicios como sus padres y abuelos.

Sí, el tono es importante, y con el más elegante de los tonos y el recurso a eso que tanto se echa a veces en falta en nuestros políticos como es el humor y la ironía, se puede decir todo, incluso lo más duro en el fondo.

Y en cualquier caso, si ha surgido un partido como Podemos, que tanto parece asustar a muchos, ello se debe sobre todo a los fallos más que evidentes de la izquierda clásica.

Su excesivo acomodo al poder económico y su impotencia frente al crecimiento de la desigualdad es lo que más daño ha hecho a los socialistas nuestros y ajenos.

La indefinición ideológica, ese nadar entre dos aguas de los socialdemócratas, es lo que mejor explica tanto el auge aquí de Podemos como el éxito de los nuevos populismos de derechas en otros países de la UE.

Es hora de tomar conciencia de los propios yerros en lugar de culpar siempre a otros.