En una organización se puede trabajar sin un líder. Al menos sin lo que entendemos como un líder carismático de los que el respeto lo tienen sin tener que decirlo. Pero en ese caso se debe suplir con una organización y unos procesos exquisitos. En el PSOE este fin de semana han conseguido cargarse ambas cosas. No hay líder, y para acuchillarlo por la espalda, han pensado que arrojar napalm al partido era la mejor opción.

Al PSOE ahora llegan los andaluces, pero no nos engañemos lo que se está decidiendo ahora, no es la falsa dicotomía de críticos u oficialistas, o de Susanistas o Sanchistas, la verdadera disyuntiva es si el PSOE se va a quedar con gente como Verónica Pérez que conoció el partido con 14 años y, además de, presumiblemente, irse de botellona con Susana Díaz «como todo el mundo», sólo ha vivido del partido o de la administración de turno. O si, por el contrario, el PSOE se va a quedar con gente como Jordi Sevilla que ya ha dicho que se va de Ferraz y con clara intención de que a él, ni le llamen. Esa es la verdadera decisión del PSOE. Ni siquiera lo de: abstención sí o abstención no, aclarará el futuro del partido.

Si el futuro del partido son gentes como la niña Verónica, las votaciones de «levanta bien la mano que vea lo que votas» y lo de «el marido de la loli es de fiar», el modelo de Andalucía imparable, entonces no han arreglado nada.

Aquí en Málaga provincia hemos visto cómo algunos militantes ya han ejercido como auténticos líderes y han expresado su opinión, porque los líderes opinan para que el partido tenga en cuenta lo que dicen, otros, sin embargo, esperan con exquisita prudencia a ver qué pasa, y poder dar su opinión después, cuando ya no hace falta. Por supuesto siempre con grandes miras por el país que, como todos sabemos, es lo que mueve a todos a militar en un partido político. Jordis o Verónicas. Esa es la cuestión.