Los buenos robos son sostenibles: con poca violencia y mucho botín. Contado en números: París, distrito 8, número 7 de la calle Tronchet, edifico de 2 plantas, 3 de la mañana, 5 enmascarados inmovilizan a los guardianes de edificios y amordazan al guardián de espaldas de Kim Kardashian, a la que quitan el móvil, atan y meten en la bañera. En 6 minutos se llevan entre 9 y 16 millones de euros en joyas prestadas por las grandes marcas a una de las 100 personas más influyentes del mundo: 84 millones de seguidores en Instagram; 48 millones en Twitter.

Cada uno tiene su oficio. La famosa, muy profesional, ha declarado que «temió ser violada». Como las conductas valen más que las palabras, los ladrones, muy profesionales, han dejado claro que iban a Rolex, no a setas. La mirada profesional juega con ventaja respecto a la mirada aficionada, sobre todo la aficionada a mirar. Ochenta y cuatro millones de seguidores en Instagram son muchos para reducirlos a un único tipo pero no es arriesgado pensar que la mayoría son personas que buscan en las fotografías de Kardashian -algunas desde la bañera, pero sin atar- fórmulas para el éxito social que hacen que Kim tenga un reality-show para sus compras y comentarios y 84 millones de seguidores de sus imágenes y así sea rica por el hecho de ser. Ella es imagen y eso buscan: el analfabetismo funcional no es lo único que explica que la población seguidora se reduzca a 48 millones si hay que leer 140 caracteres.

La mirada del profesional es otra. No admira y aspira: calcula y planea. No ve lo que ven otros cuando miran a Kim Kardashian y confunden el culo con el ópalo, las joyas con las témporas. El profesional ve en Kim Kardashian un gran mostrador viviente con un diseño muy adecuado para exhibir joyas.

El profesional de la joyería lo carga de alhajas y el profesional del robo, lo desvalija.