Casi todos sabemos cómo se manipulan y boicotean las decisiones asamblearias si no gustan a algunos. Pues bien, en la actualidad las asambleas están funcionando permanentemente a través de tuits que simplifican al extremo los mensajes, apelando a los sentimientos más elementales cuando no a los insultos desde el anonimato. ¡Ay, qué daño han hecho los independentistas catalanes y la inanición gubernamental al no combatir con razones y con el peso de la ley la sinrazón de los sentimientos manipulados con la mentira! Frente al razonamiento argumentado y reflexivo sobre la complejidad de la sociedad y su gobierno, el móvil -herramienta clave para dar consignas- sustituye al debate personal cara a cara; y se esgrimen los números de seguidores de un blog o de un youtuber como expresión válida y superior de la democracia moderna… ¡Viva el anarquismo tuitero!

El mundo no es blanco ni negro, la mayor parte es gris. La combinación gradual de sus matices es lo que conforma una voluntad popular a través de la democracia representativa -no la directa-, el mecanismo que permite la existencia del Estado en las sociedades complejas, y que se constituye en garantía de la deliberación, de control de los representantes y de su necesaria rendición de cuentas. Pero claro, los 140 caracteres simplifican inevitablemente las cuestiones a blanco o negro derivando en un sectarismo que imposibilita el diálogo y la negociación que son la esencia de la democracia occidental. Muchos la confunden con el velo de Penélope.

La radical confrontación ideológica conduce finalmente a la frustración de quienes carecen de herramientas teóricas viables en la actualidad para hacer frente al neoliberalismo. Y la utopía acaba transformándose en… Grecia. ¿Se han enterado de que su gobierno «de izquierdas» ha reducido las pensiones para el próximo año entre un 10 y un 20 por ciento, adicional al 35 por ciento que han bajado de media desde que Syriza está en el poder, con el resultado de que en la actualidad casi las dos terceras partes de las pensiones griegas están por debajo del umbral de la pobreza? ¿Es que todavía en la izquierda socialista hay quien no se ha enterado de que España no es ya plenamente soberana en sus decisiones económicas? ¿Que cambiar el rumbo de la Unión Europea sólo se podrá conseguir con más Europa y más alianzas con otros partidos afines, precisamente en unos momentos en que empieza a debilitarse la intransigencia germana del neoliberalismo rampante? Pero, ¡claro!, «No es No».

La creciente oposición en Europa a las políticas austericidas abanderadas por Alemania y apoyadas en discursos políticos simplistas cargados de tópicos internacionales, ajenos a un simple cuestionamiento de las culpas propias que también las hay, ocultan que la alemana es la economía más beneficiada por el austericidio a costa, en gran medida, del sacrificio ajeno. ¡Ojo al Deutsche Bank! La crisis, aunque tarda más, llega también a los más grandes.

Que en España no se podía continuar con el despilfarro de muchas administraciones nadie sensato lo discute, al igual que la necesidad de racionalizar el gasto público. Pero eso es una cosa y otra muy distinta convertir en dogma económico ineluctable lo que no son sino objetivos y medios no exentos de ideología y disfrazados en tal carácter para enterrar a Keynes, cuyas teorías económicas fueron las que precisamente rescataron al mundo de la gran crisis de 1929.

Recordemos que la deuda pública de los EEUU hoy día es el 106 por ciento de su PIB; la de Japón, el 248%; la del Reino Unido, el 91% aunque después de las últimas medidas tomadas para amortiguar los efectos del brexit, sin duda se aproximarán pronto al 100%; y la media de la Unión Europea está en el 87%. En España es el 100% y, según alguna campaña interesada, constituye una hecatombe. Pero lo que no se dice es que la mayor parte de esa deuda es pago de intereses por la financiación privada de la misma. Desde 1995 a 2015, el 55% de la deuda pública española han sido pagos por intereses a la banca privada ya que no existía financiación del Banco Central Europeo. De haberla habido al cero por ciento como prácticamente está ocurriendo en la actualidad y han disfrutado USA, Japón y Reino Unido de sus bancos centrales, la carga de la deuda pública tanto en España como en el resto de países de la Unión Monetaria habría sido bastante más reducida; pero entonces los balances bancarios privados habrían sufrido considerablemente poniendo en riesgo la propia supervivencia del sistema financiero. Mientras, los fantasmas de la inflación esgrimidos por los neoliberales, transcurrido más de un año desde el inicio de las compras de deuda pública por el BCE, no han aparecido por ningún lado, y seguimos instalados en una deflación que frena considerablemente la recuperación del crecimiento. Y ésta es sólo una pincelada de las múltiples cuestiones que en el fondo se dirimen en el ingenuo «No es NO».

¿Dónde está el liderazgo que se le supone a muchos dirigentes del PSOE para razonar con los militantes el por qué hay que abstenerse? ¿Dónde el Felipe que se enfrentó a su partido renunciando a la secretaría general en la defensa de sus convicciones al que el tiempo dio la razón? ¿Tanto miedo hay a que las podemizadas bases no entiendan las razones de tal abstención? Si eso fuera cierto, como parece, entonces el PSOE tiene muy mal futuro. La gran caída de su militancia desde la época de ZP ha dado lugar a una radicalización de los militantes actuales y al consiguiente alejamiento de la ‘votancia’. Por ese camino, y sin que se aborde una reforma electoral que vincule realmente a los representantes políticos con sus representados (que no son la militancia ni la dirigencia sino la votancia) el futuro no solo del PSOE sino del resto de los partidos serios, se oscurece bastante. Los populismos pueden acabar con la Unión Europea y eso sería un desastre de consecuencias incalculables. En consecuencia, para salir antes y mejor de la tremenda crisis social de España la única política mayoritariamente aceptable es el pacto -no la confrontación-, que es lo que han votado los españoles dos veces seguidas.

Por eso las democracias occidentales más señeras son representativas y no directas. Estas solo sirven en comunidades no muy numerosas y para cuestiones en que la decisión a tomar es claramente dicotómica. Y aún en este caso se adoptan, muchas veces, sin el suficiente debate y conocimiento por la ciudadanía de sus consecuencias. De repetirse el brexit como muchos han pedido después, fracasaría. Muchísimos votantes se dejaron llevar por el sentimiento, la irracionalidad, la dejadez o la presión circundante en la más absoluta ignorancia de las consecuencias de su decisión personal. En el futuro lo lamentarán y ya lo están haciendo.

Por eso lo inteligente desde la izquierda es negociar, pactar, lo que, en definitiva, constituye el mandato de los españoles con sus votos repetidos. Sin embargo, la lectura que desde Podemos y una parte de los socialistas se hace es la de un plebiscito sobre Rajoy: estamos con él o frente a él. Es la gran simplificación del debate tuitero con el que se construye una democracia sectarizada. Pero, claro, «estoy en este partido desde los 14 años». Así nos va.