'¿Referéndum?', por Xus D Madrid

La última parida de Puigdemont es ya conocida. Es la martingala del referéndum para la independencia de Cataluña. Puigdemont sabe que esa convocatoria es ilegal, que no tendrá ningún valor real, que no servirá para nada si no es para emponzoñar más la situación. Volveremos a lo de siempre: a las advertencias del Gobierno; a alguna resolución del Constitucional; incluso a un conato de desfile procesional ante algún tribunal y…vuelta a empezar. Y es que, de tiempo en tiempo, los independentistas catalanes tienen que dar vueltas a la perdiz a ver si la marean. Enfáticos y serios como siempre, dicen eso de «sí o sí», lo del derecho a poner las urnas, lo de dar voz a los catalanes y lo de que cumplen un mandato del Parlamento de Cataluña que es la última de las últimas instancias decisorias, por encima de las leyes y de los tribunales a los que estamos sometidos el resto de los españoles. Si no fuera por el «éramos pocos» del follón que han montado los socialistas, la parida de Puigdemont sería -como dicen los modernos- trending topic del suceder de los españoles; pero con lo de Ferraz, lo de Puigdemont ha perdido importancia y hasta parece que tiene poca gracia y divierte menos que las veces anteriores en las que el que paría era Artur Mas. Ahora el plazo es de un año. En septiembre de 2017 habrá referéndum sí o sí… Cosas de la abuela que se pone de parto. Y mientras, un año más viviendo del cuento.

'Queda mucha carrera', por Jaume Catalán Díaz

Un debate como el mantenido entre Hillary Clinton y Trump, los dos candidatos a las elecciones de noviembre a la Casa Blanca (EEUU), un debate de este tipo es solo eso, con lo que puede tener de relevante, pero sobre todo, con sus límites bien definidos. Trump sigue siendo en el imaginario colectivo el candidato excéntrico, un ariete contra la corrección política, al que, siendo verdad que incluso algunos entre los suyos ven como un peligro, encarna en muchos aspectos al líder que le dice al americano medio enfadado justo lo que quiere oír. Y en ese contexto, Hillary Clinton sigue siendo, también después del debate, la candidata gris que, a pesar de las sombras que penden sobre su trayectoria, es vista por muchos como el mal menor posible. Queda mucha carrera por delante, incluidos dos debates más entre los candidatos, y uno entre los vicepresidentes, en un mes previsiblemente tenso y apretado, que no se va a decidir solo a golpe de debate en televisión.