Una semana después de la noticia, no termino de asimilarlo. Acabo de borrar de mi agenda tu número de móvil, no sin antes releer tus últimos mensajes. Quiero pensar que por no preocupar a nadie me dijiste que todo iba bien y que en pocas semanas recibirías el alta. Teníamos pendiente cambiar el suelo del pabellón, ese que en muy corto espacio de tiempo llevará tu nombre. Los presupuestos están encima de la mesa de los jefes, fue la última información que me facilitaste antes de dar una batida por el calendario en busca de una fecha para llevar al Rincón Fertilidad de balonmano femenino. Queríamos trasladar un encuentro de primer nivel a Campillos. Sin duda, hubiese sido una buena forma de reinaugurar la que ha sido tu casa durante décadas.

Tuvimos la inmensa fortuna de conocerte en el año 98. Nos fuimos a tu tierra a celebrar una fase final del Campeonato de España juvenil que sin duda marcó un antes y un después en un pueblo que aún lo recuerda con cierta nostalgia. Los ocho mejores equipos de España disfrutaron de una semana de buen balonmano, con los Parrondo, Prieto, Iker Romero, Chema Rodríguez o Urdiales sobre la pista, representantes en busca de jóvenes talentos, responsables de nuestro deporte a nivel nacional€ Y Antonio Rueda. Desprendías alegría. Optimismo. Encontrabas solución a todo. Pusiste tu casa patas arriba para dar lo mejor de tu pueblo, de tu hogar. Nos alojamos en el afamado Colegio San José, nuestro cuartel general durante el evento. Y nos diste todo lo que estaba a tu alcance. Desde la llave del pabellón, para que entrenásemos cuando y como quisiéramos, hasta la furgoneta municipal, para evitar ese corto pero incómodo paseo desde el colegio al pabellón de juego. En tu afán por ayudar, por colaborar, por no dejar ningún fleco suelto, llegaste a llevar a varios jugadores a casa de algunos vecinos para que recibieran atención tras los partidos. Tenían que descargar las piernas.

Desde entonces Campillos siempre ha estado presente para el balonmano malagueño y andaluz, con la tranquilidad y seguridad de contar con Antonio Rueda. Y por ello se han celebrado todo tipo de actividades. Desde Campeonatos de Andalucía de Veteranos, pasando por jornadas de tecnificación, finales de Copa Delegación o sectores andaluces de clubes y selecciones. Hasta campus de verano y encuentros amistosos de muchos quilates cuando la Liga Asobal asomaba desde Antequera. Jornadas de detección de talentos y alguna que otra actividad provincial siempre con la modesta ayuda de un señor de los que ya no quedan.

Antonio Rueda es Campillos. Se nos ha quedado en el tintero esa escuela de balonmano de la que tanto hemos hablado. Quizás también algún equipo que diese vida a un proyecto que no termina de alumbrar. Lo voy a seguir intentando. Sé que el fútbol manda, pero me resisto a ir a Campillos una o dos veces al año. Quiero más. Campillos cautivó a mucha gente del balonmano gracias a Rueda. A su estilo. Su dedicación. Su esfuerzo. Su talante, su forma de ser. Humilde. Dispuesto a todo. Capaz de limpiar al alba un pabellón para que horas después todo estuviese en orden. De hacer bocadillos. De repartir refrescos. De no mirar el reloj. Nunca escuché un no. Ni una queja. Quedan pocos como Antonio Rueda. El domingo me hiciste llorar. Y es que a veces no sabemos lo que apreciamos a una persona hasta que dejas de tenerla cerca. Has dejado huella. Eres un ejemplo. Descansa en paz.