«Cuando los rescatas parecen todos iguales, con la cara sucia y como idos, pero luego, cuando les tocas con una sonrisa, te miran, ya resultan distintos, y parece que se abren como flores…». Ha sido lo mejor que nos ha traído esta semana, el testimonio de la doctora Paula Farias, responsable de la atención en el Mediterráneo de Médicos Sin Fronteras. Paula estuvo sentada el miércoles en la sala María Cristina de Málaga con la cantante Diana Navarro en el estreno de una iniciativa nacional, «Diálogos sin fronteras», que pretende, con el cebo de un personaje popular comprometido con valores humanos, como Diana, agradecer a quienes ya ayudan y sensibilizarnos a todos con el sufrimiento de quienes se ven obligados a huir de su país para salvar la vida.

Paula Farias y Diana Navarro. El acto, bien conducido por la delegada de MSF en Andalucía, Carmen Escalante, nos devolvió al mundo real en su vertiente más extrema. Ese momento en la vida de un cooperante, por ejemplo, en que agarra la mano a un náufrago en mitad del océano y le ayuda a subir a la momentánea tierra firme de un barco. «Tranquilo, ahora estás a salvo». No es casual que uno de los buques de salvamento de MSF, en el que trabaja Paula Farias agarrando manos, se llame Dignity. En un mundo que ha globalizado el dolor ajeno como un artículo más del batiburrillo de objetos comprables, imágenes compartidas más o menos impactantes, frases cada vez más cortas, eslóganes políticos, anuncios, emoticonos, memes, vídeos o pokémones, se nos ha insensibilizado la mirada a quienes almorzamos viendo sufrir a otros en el telediario, pero sin sentir su frío o su calor, sin oler su miedo ni su pobreza ni su sangre, antes y después de noticias de relleno que los presentadores adelantan con una neutralidad, quizá necesaria, que amortigua el golpe emocional hasta que uno ya no siente nada al verles.

Preguntas para no hacer. De qué sirve entonces ayudar, nos preguntamos, si quienes debieran no paran las guerras ni las evitan. Si quienes más tienen no reparten como debieran, en esa grosera distribución de la riqueza mundial que cualquier niño de seis años no puede comprender por más uno intente explicárselo. De qué sirve si la crisis nos acucia a todos y aquí también hay mucha gente, incluso niños, que ya vive en la pobreza. Si nos da miedo que entre tantos refugiados vengan terroristas a matarnos como a corderos. De qué sirve darles la mano y subirles al barco si, con suerte, al final pueden acabar deambulando por las calles de Europa sin papeles y sin derechos y convertidos en carne de cañón para delinquir o para que en ellos se ceben los delincuentes. Demasiadas preguntas, ¿no? Si quienes ayudan a salvar vidas, incluso en nuestros hospitales las de nosotros mismos, se las hicieran constantemente, me temo que muchos no les mereceríamos la pena y no pasaríamos de la sala de espera. O ejercemos como seres humanos o dejamos de serlo. Por eso me gustó el cuento de las estrellas de mar de Paula Farias, que quizá lo explica un poco…

Cuento de las estrellas de mar. Tras una terrible tormenta con gran marejada que castigó sobre todo el fondo marino, las olas arrojaron a la playa miles y miles de estrellas de mar. Alguien, ante semejante espectáculo en la arena y al comprobar que la mayoría seguían vivas, las fue recogiendo y, una a una, las lanzaba de nuevo al agua lo más lejos posible. Una persona que la miraba se acercó y le dijo que era inútil, que no se cansara tanto, que eran demasiadas y nunca iba a poder salvarlas todas. Entonces, sin dejar de recoger estrellas ni de devolverlas al mar mientras hablaba, la salvadora le contestó:

-Puede. Pero ésta sí… Y ésta… Y ésta también… Y…

PSOE bajo la tormenta. Otra tormenta bien distinta la tiene el PSOE encima. Pero quienes se empeñan en creer, no pocos de manera interesada y poco interesante, que se formó de la noche a la mañana, no sabrán dar respuesta a cómo reedificar con solidez en el arrasado solar que les quedará cuando escampe. Podemos aprieta y ya veremos si ahoga al PSOE en su estrategia de ocupar su espacio, el que ha dejado un partido de Gobierno devorado por sí mismo, por su sectarismo (con el que ha ido alejando a los mejores de sus propias filas y de entre sus simpatizantes) y por haber quedado en escandalosa evidencia entre lo dicho y lo hecho durante años. Pero, si Podemos sigue escenificando su necesidad de «radicalizarse», no debería tenerle tanto miedo el PSOE (lo que queda de él, ese «solar» que valientemente ha descrito Javier Fernández, un hombre que se moja y habla claro, al fin, se comparta lo que diga o no, y que no ha publicado, como otros, artículos en los que condenaban la abstención y ahora la justifican). A ver qué pasa mañana… Porque hoy es Sábado.