El huracán «Matthew» acaba de devastar la mitad occidental de la isla La Española confirmando que siempre los chuzos caen sobre el más débil o pobre o desamparado; pero eso sería otra historia. Voy a que tan colosal desgracia ha permitido a muchos medios titular con el consabido «Catástrofe humanitaria en Haití», bajo el amparo de la Fundación del Español Urgente, que considera «válida» la unión matrimonial de dos significados tan opuestos como «catástrofe» y «humanitaria», oxímoron clamoroso. Lo malo es que la Fundéu va y lo explica y da la risa: «Es válida para aludir a las catástrofes de origen natural o humano que requieren la intervención de organizaciones humanitarias. El giro puede considerarse una extensión válida por la falta de una expresión clara y concisa en español que aluda a este tipo de situaciones». Elena Hernández, directora del departamento de Español al Día de la RAE, remacha el disparate dictaminando que así se evita la perífrasis «catástrofe que requiere de ayuda humanitaria». La polémica sobre un maridaje tan contra natura lingüística viene de lejos: Lázaro Carreter lo criticó, la propia Fundéu apoyó el dardo del maestro aragonés, pero ahora se lo enfunda y declara aceptable «catástrofe humanitaria». La argumentación es tan endeble como tendenciosa, por lo cual, y por mucho que se arrogue la institución que sea la facultad de expedir certificados de validez sobre el uso de esa frase ya hecha, nunca jamás aceptaré semejante bobada y la señalaré con el dedo de señalar disparates. Es endeble -débil o floja- por la falsedad que conlleva el sostener que el español carece de una expresión «clara y concisa» para «aludir a este tipo de situaciones». Vamos a ilustrar a la Fundéu con unas cuantas. Desastre: desgracia grande, suceso infeliz y lamentable. Cataclismo: gran catástrofe producida por una inundación o por otro fenómeno natural. Hecatombe: mortandad de personas. Siniestro: suceso que produce un daño o una pérdida material considerables. Devastación: acción y efecto de destruir un territorio, arrasando sus edificios y asolando sus campos. Asolamiento: acción y efecto de destruir, arruinar, arrasar. Tragedia: situación o suceso luctuoso y lamentable que afecta a personas o sociedades humanas. Y no digo más, aunque hay. Y es tendenciosa la argumentación porque defiende que «catástrofe humanitaria» vale para designar a aquellas catástrofes que requieran ayuda humanitaria, con lo cual da a entender la Fundéu o la RAE o el decidor de turno que hay catástrofes que sí requieren ayuda humanitaria, pero hay otras que no. Que hay catástrofes de primera y de segunda, vaya. Mi perplejidad no conoce límites. Una catástrofe es un suceso que produce gran destrucción o daño. Y ya está: «Catástrofe en Haití», todo el mundo lo entiende. Todo el mundo entendió que la peste negra del XVI, el terremoto de Sumatra del 2004, el Gran Huracán de 1870 que arrasó el Caribe, la erupción del Tambora en 1815, el estallido del volcán Krakatoa de 1883, el desbordamiento del río Amarillo en 1931, el ciclón Bhola de 1970, el terremoto de Irán de 1990… fueron catástrofes. Y así se dijo y escribió, y así concitaron ayudas de las almas nobles, ayudas humanitarias. Porque «humanitario» es aquello que tiene como finalidad aliviar los efectos que causan la guerra u otras calamidades en las personas que las padecen. Con lo cual, decir o escribir «catástrofe humanitaria» es decir o escribir «suceso que produce gran destrucción o daño y que tiene como finalidad aliviar los efectos que causan la guerra u otras calamidades en las personas que las padecen». Ole y ole. Basta ya de tanta memez palabrítica institucional. A ver si va a resultar ahora que la RAE, la Fundéu o el Lucero del Alba «validan» cosas como bienestar inhumano, prosperidad cruel, tragedia compasiva o cataclismo bondadoso, y todo quisque se enorgullece de largar por esa boca expresiones tan cargadas ideológicamente como gramaticalmente absurdas. Que la realidad no es tan poética como para andarse con catastróficos oxímoron.