En la noche del sábado al domingo cambiará la hora. A las tres retrasaremos el reloj a las dos. A resultas de eso, en Baleares el domingo se hará de noche a las 17.40. Y así durante un buen periodo de tiempo, largo invierno, tardes tristes. Baleares es el territorio español en el que primero sale y se pone el sol y los hosteleros y hoteleros del lugar, el sector turístico en general y el Parlamento autonómico han bramado contra esto: no es necesario que amanezca tan temprano, al menos por la estructura económica de allí, ni hace falta que se haga de noche tan pronto en un sitio que vive del turismo al que un largo vespertinismo le avivan la economía, las playas, los chiringuitos y restaurantes, hoteles, bares, terrazas, etc.

En la Comunidad valenciana también se ha instalado con fuerza el debate. Todos a una. También el Turismo se está movilizando. Urge no cambiar la hora. O al menos urge un debate interesante sobre la racionalización de horarios, que no es sólo a ver si la peña llega a casa a tiempo de bañar al chavea, que también, es si tenemos que mantener un horario que fue capricho del franquismo y ahora está desfasado. Pero... ¿Y en la Costa del Sol? En la Costa del Sol el debate llega tarde, el sector parece vivir en el retraso. No en una hora menos, y sí en un lustro menos, en un cuajo permanente. Para pedir subvenciones sí son rápidos. Y para lloriquear. No son capaces de echarle huevos al asunto y decir por qué el Rey tiene que veranear siempre en el mismo sitio, por ejemplo. No son un lobby de interesante presión para que las plusvalías todas no se vayan fuera y aquí estemos condenados a poco menos que solamente poner los camareros.

Los atenaza una suerte de mezcla de caraja y miedo, timoratismo; sólo hay balbuceos... en plan... sí estaría bien, por qué no, bueno a ver qué hace Baleares y quizá una hora más de luz sería bueno, tal vez, a lo mejor y bla, bla, bla... y venga oscuridad argumental y poca cosa más. Amanece que no es poco.

Es bien cierto que desde hace años es ya la UE la que legisla sobre los horarios, pero eso no quiere decir que no se pueda protestar o que no se pueda cambiar. Lo único que cambia es que no hay que darle la tabarra a Madrid y sí a Bruselas. Plantear mejoras, luchas contra la estacionalidad. No esperar a que la Junta, la Diputación o los ayuntamientos lo tutelen todo y les paguen la promoción de sus negocios.