Salgo del garaje, compro prensa, leo titulares con la trifulca en el PSOE (ética de la convicción contra ética de la responsabilidad, un clásico de la casa, el culebrón repetido mil veces), y me invade una sensación de infinito cansancio, hasta que al entrar en el portal de la oficina oigo a mi lado una voz de mujer con restos del sueño que pregunta «y el universo, ¿qué es el universo?». Pienso que es a mi, pues no había visto al niño que iba delante de ella y ha salido del portal como un cohete, hasta que monto las piezas: las carreras de cada día para no llegar tarde a clase, el último repaso de respuestas por la madre, sin dejar de correr, tras haberlo hecho en el desayuno, anoche la lección antes de dormir, ¡y el niñito teniendo que hacerse cargo del universo!. Tengo la sensación de haber recibido un cursillo instantáneo en reality sobre la ética de la responsabilidad de marras.