Si el cómic vino un día al rescate de la literatura, agostada entre el costumbrismo y la intelectualidad, una versión actual sería Doctor Strange, el filme de Marvel Studios que amenaza arrasar en taquilla. No sin motivo: es magnífica en su género y encima hace guiños de complicidad a los externos. La sencilla ética del bien y el mal, el mundo de los dioses o semidioses, el ansia de inmortalidad, la voluntad de poder, la lucha constante como sentido de la vida, o la magia como mediador, beben de la temática de la mitología, y se llevan mejor, por su propio esquematismo, con la oralidad o la imagen que con la literatura, contaminada por el mundo complicador de las ideas. Confiemos en que esta nueva edad dorada del cómic no contamine a su vez la política, en una conexión taquilla-urna, pues Trump vale tanto para superhéroe (según unos) como para entidad del lado oscuro (según otros).