Hace pocos días leíamos en estas mismas páginas acerca de unos seres «agresivos» e «invasivos» que «podían ser peligrosos» y «ocasionar problemas de convivencia». Tales calificativos no se referían a alienígenas sino a los árboles malagueños, y acompañaban el anuncio del director técnico de Parques y Jardines de eliminar los ejemplares de determinadas calles y sustituirlos por otros de especies «más adecuadas».

La noticia resulta desconcertante. En primer lugar porque equivale a un reconocimiento tácito de la mala gestión del arbolado urbano de Málaga por parte del servicio responsable de ella durante las últimas décadas, principalmente debido a una elección equivocada del tipo de árbol para cada vía. Si la cuestión se reduce a términos económicos -lo cual es mucha reducción- supone tirar a la basura, hecho astillas, todo el arbolado de buena parte del viario local y con él la inversión realizada en su día; en algunos casos hace pocos años, como en el antiguo Camino de Casabermeja. Así habrá que pagar tres veces: la plantación original, la tala y la nueva plantación, sin considerar el valor añadido de los árboles a suprimir tras su crecimiento durante lustros. Por otro lado, preocupa la ciudad que resultaría tras la aplicación de los criterios expuestos en el artículo: la vegetación de las calles se reduciría a pequeños arbustos que salpicarían las aceras como un elemento más de mobiliario urbano. Casi brotes de brócoli que no desprenden hoja y, por supuesto, no forman bóveda sobre la calzada. Porque eso es lo que debe hacer el arbolado de las calles: entrelazar las ramas de las alineaciones de ambas aceras, cerrando un dosel sobre el espacio.

La primera actuación propuesta es eliminar los plátanos de Martínez de la Rosa y sustituirlos por pitósporos; el pitósporo es un arbusto que se usa para crear setos.

*Luis Ruiz Padrón es arquitecto