Ni el más pedante, erudito y ensimismado de sus conocidos, ese que afirma siempre con mucho orgullo «yo no veo la televisión», la vió. Y si no la vió, se la han enseñado, desde todos los ángulos posibles, como si se tratase de un penalti al borde del área o de un fuera de juego milimétrico. Y hay dudas, muchas. Y hay debate, parece mentira, desde el pasado lunes, cuando todo está claro, clarísimo. Está igual de claro que lo que ocurrió aquella Nochevieja de 2006 en un bar de Cádiz, háganme caso, o lo que ocurre y seguirá ocurriendo cada fin de semana en cualquier local, cualquier esquina o cualquier zona de marcha de cualquier ciudad de España, cuando el alcohol, la falta de comunicación y una incorrecta interpretación del lenguaje verbal preparan el terreno de lo inevitable. Lo que es asombroso es como el poderoso veneno de la cobra -sí, la cobra-, se ha extendido a todos los ámbitos desde el mismo momento en el que el rubio almeriense no quiso darle a la simpática mallorquina lo que, por lo visto, toda la audiencia esperaba, escondida en el sofá. Desde el mismo momento en el que Íñigo Errejón abandonaba el abrazo al cojín de su sofá para agarrar el móvil, ajustarse las gafas, y soltar que «para Cobra, la de Rajoy al PSOE». Y así empezó todo, colándose igual que se coló en mi dormitorio a través de los finos tabiques de mi casa, la gala, el concierto, la repetición del concierto y todo el elenco de Operación Triunfo en mi dormitorio, en el sumario de los informativos de Televisión Española del día siguiente. Era sólo el preludio, y aún era martes. Ni el pase a la nada de Cristiano Ronaldo, ni el apenas renovado equipo de gobierno de Mariano Rajoy del jueves, ni nada. Nada ha podido acabar con el lento y poderoso veneno de un mordisco que no se llegó a producir, hasta el punto de que hemos llegado al sábado y la discusión seguirá, y seguirá, a pesar de que unos y otra digan qué es lo que verdaderamente pasó. Y quién sería yo para esquivar esta corriente de opinión y no dedicarle dos párrafos a algo de lo que toda España, nuevamente por lo visto, no se ha recuperado. Porque es actualidad. Y lo será esta noche, cuando otro joven almeriense de despedida de soltero en Málaga, coincida de madrugada con una guapa mallorquina a la salida de un bar de Málaga, y pase... lo que tenga que pasar.