Ya está aquí. Las primeras detenciones en Alcaucín se produjeron en febrero de 2009, la Fiscalía presentó su escrito de acusación en abril de 2014 y este lunes, si nada lo remedia, comenzará en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Málaga el juicio por la macrocausa de corrupción urbanística y política en la pequeña localidad axárquica con 49 acusados y un sumario de casi 30.000 folios. Este procedimiento abarca las supuestas irregularidades cometidas por la corporación municipal que presidía José Martín Alba hasta su arresto, casi una década que los tres miembros del tribunal tendrán que examinar con celo para descubrir si la Fiscalía Anticorrupción y la Guardia Civil llevaban razón o, por el contrario, se extralimitaron. Será un caso que colapse, si no lo ha hecho ya, la Sección Tercera durante algunos meses, en los que el ponente tendrá que emplearse a fondo para parir una sentencia de miles de folios, una trama que, en cualquier caso, puede considerarse como deudora de una tramitación ejemplar a tenor del caso Astapa, que continúa empantanada en Estepona a la espera de los últimos informes de valoración de las parcelas. Una vez más, se pondrá contra las cuerdas a un tribunal que no ha tenido ayuda de nadie -un solo funcionario-, un proceso en el que se le encontraron, según los informes policiales, 160.000 euros al exregidor debajo de la cama; el símbolo de una época en la que el pelotazo urbanístico, también en el interior de la provincia, se convirtió en la sacrosanta insignia de muchos altares edificados sobre el poder del dinero; un procedimiento en el que desfilarán arquitectos con pocos escrúpulos, empresarios que trataron de hacer que la corporación municipal recalificara todo el extrarradio de la localidad; comprobaremos la singular personalidad de un exalcalde que llegó a decir que la Fiscalía Anticorrupción la tenía tomada con él; veremos defensas solventes y de altura jurídica -como la de José María Ramírez Pedrosa, representante procesal del exalcalde-, de quien se habla muy bien; y hoy, en una jornada larga y áspera, las defensas volverán a pedir una catarata de nulidades por la afección de derechos constitucionales, peticiones que rara vez sirven para algo más que para obligar a los tres magistrados a elaborar un auto con decenas de páginas, o para engordar la sentencia. Hoy, el circo abre de nuevo sus puertas y comprobaremos si uno de los macrocasos de la época dura es un gigante con los pies de barro o un procedimiento que acabó con otro nido de corruptos. Siéntense en primera fila, porque los macrocasos van a ir muriendo poco a poco. Éste es de los buenos.