El nuevo Gobierno ha tenido ya dos sonadas derrotas parlamentarias: la aprobación por el pleno, con el PP votando en contra en solitario, de una moción para derogar la Lomce, y el fracaso al intentar colocar a Jorge Fernández Díaz como presidente de la Comisión de Exteriores. Es lo que tiene gobernar en minoría y no estar acostumbrado a pactar.

El sábado pasado, en la toma de posesión de Núñez Feijóo como presidente de la Xunta, Rajoy aseguró que esta iba a ser la legislatura del diálogo, la negociación y el pacto. Sin embargo, el día anterior el Gobierno había nombrado fiscal general a José Manuel Maza, un magistrado conservador de la sala penal del Supremo, sin consensuarlo con nadie. El Gobierno puede hacerlo pero en este momento, con muchos casos de corrupción -varios que afectan al PP-, y dado que el Gobierno en minoría va a necesitar apoyos, lo más prudente habría sido alguna consulta. Pero Rajoy decidió priorizar el objetivo a corto -un fiscal general al gusto- sobre el interés estratégico a medio de buscar una relación de confianza con otros grupos. ¿Fue lógico ignorar a C’s y al PSOE cuando está pendiente nada menos que la aprobación de los presupuestos, vital porque Bruselas la reclama con urgencia?

De momento el zafarrancho de combate ya ha empezado. El martes se votó una proposición del PSOE para empezar a derogar la Lomce, la ley estrella del ministro Wert. Todos los grupos, salvo el PP, votaron a favor. Y el portavoz de C’s dijo no entender al PP porque era algo que figuraba en el pacto entre los dos partidos. Lectura: para compensar la abstención en la investidura -que ha creado un cisma interno- el PSOE se ha lanzado a encabezar la labor de oposición. Y C’s porque teme quedar mal, o porque su relación con el PP no está bien engrasada, o por las dos cosas a la vez, le ha seguido y ha unido sus votos incluso a Podemos para dar un primer varapalo al Gobierno. Atención.

Y la alarma fue más fuerte el miércoles. Había que votar las presidencias de las comisiones parlamentarias y la de Asuntos Exteriores -la de más relumbrón- correspondía al PP. Pero el nombre del exministro del Interior, recién reprobado por la Cámara, encrespó los ánimos. PSOE y C’s dijeron que se abstendrían aunque eso no impedía su elección. El portavoz socialista, Antonio Hernando, lo justificó: la presidencia era para el PP y allá ellos si ponían a un reprobado.

Pero todo se movió cuando Podemos presentó un candidato y acusó al PSOE de connivencia con el PP. Sobre la marcha los socialistas dijeron que presentarían un candidato alternativo para ganar, pero que luego dimitiría tan pronto como el PP cambiara el candidato. Y C’s apoyó al PSOE en la comisión de Exteriores y luego en la del Tribunal de Cuentas cuando el PP quiso recolocar allí al exministro. En una tensa jornada Fernández Díaz acabó en la comisión de peticiones, de segundo nivel y que no tiene que votarse.

El PP ha encajado dos derrotas de mucho ruido. Pero las nueces son los presupuestos y aquí quizás lo tienen algo mejor. El «cuco» ministro Montoro está abierto a subir algo el déficit permitido a las autonomías para que los socialistas avalen el techo de gasto -primera condición para tener presupuesto- si ese déficit sube al 0,6% del PIB. Pero siguen con el no a los presupuestos. ¿Entonces? La vicepresidenta ha llamado a la puerta del PNV diciendo la cursilería de que tiene «sensibilidad foral». Y el curtido Aitor Esteban le ha contestado que ya sabe lo que hay que hacer para tener los votos del PNV.

El baile acaba de empezar y Rajoy ya está bebiendo del cáliz de gobernar en minoría. Y la «gran coalición» que decía querer sería más dura. Lo del fiscal general habría sido imposible. Pero peor le va a Pedro Sánchez que pone tuits contra Fernández Díaz para desestabilizar a Ferraz.