En la reciente autocrítica de los grandes medios de comunicación de Occidente, por no haber sabido descubrir los flujos profundos que han acabado en corrimientos de tierra como el de Trump, hay algo patético, que no está en el hecho de mostrarse arrepentidos, sino en seguir en el error. En realidad, para enterarse no hace falta pisar tanto la calle ni hablar con tanta gente, basta pegar bien la oreja al hierro de la vía. El problema está en los prejuicios, en la falta de independencia de verdad, pues ésta, en los medios, obliga a no depender de las propias ideas a la hora de mirar lo que pasa, pesarlo en balanza y dar cuenta de ello. Tampoco tiene sentido ponerse a estas alturas a apostatar del sistema, ni a demonizarlo, imponiéndose la penitencia del culto a la calle, como deidad alternativa. Hay que saber cuándo se llena y valorar por qué, pero sin hacer de ella el oráculo que no es.