El ocaso de los dioses

De apestada en el Senado a los altares. Y con esta frase resumo la hipocresía que encierra la vida política cuando el protagonista, como diría Martin Scorsese, es «uno de los nuestros». El caso es que sigue habiendo personajes en este país que, jactándose en vida de estar por encima del bien y del mal, son halagados de forma póstuma a pesar de los pesares; ahora ha sido a Rita Barberá, pero como la vida sigue, en cualquier momento seguirán otros como Carlos Fabra, al que le tuvieron que cambiar nada menos que nueve jueces y cuatro fiscales para poder juzgarle. Es indignante ver cómo se escenifican loas, parabienes y minutos de silencio para aquellos que en vida fueron dioses, dejando casi en un insultante olvido a los que como Rosa, de 81 años, a la que le cortaron la luz por impago, mueren por la intransigencia de un sistema que solo premia a los poderosos.

Francisco Javier España Moscoso. Málaga