No hay que tener muchas luces para escribir del alumbrado. Por eso abordamos la cuestión, imprescindible para un columnista que quiera estar a la última de los siempre importantes asuntos de su ciudad, Málaga, y pretenda iluminar con sus textos alguna idea.

Somos capaces de perpetrar la columna entera haciendo (malos) chistecillos y juegos de palabras con los conceptos de iluminación, luz, claridad, etc. Vamos a abstenernos de ello, si bien en cada línea puede que se nos encienda la bombilla con una ocurrencia y no seamos capaces de contenernos. Hay quien escribe tan oscuro que debemos leerlo con linterna, por eso, sin que pretendamos un texto luminoso sí queremos arrojar algo de luz con una opinión expresada de manera ponderada y elegante no achispada por el sectarismo o resentimiento ni fundido o espoleado por antipatías o simpatías políticas.

Hay quién critica el lucerío por creerlo de derechas. Otros lo critican porque les parece de nuevo rico, lo cual para los militantes de la lucha proletaria ha de ser intolerable. En fin, digámoslo ya: la iluminación es un acierto por tener un punto horterita. Y eso nos gusta. Gente, luz a chorros, grupos flamencoides, espectáculo, ilusión de fiesta y día en la noche. Aspecto de derroche y despiporre. Es como un fin del mundo con Led. Para el gusto de uno faltan cabarets cerca. También confesionarios y enanos vestidos de toreros, chavalerío ataviado estilo Halloween, dobles de Jorge Javier Vázquez, una falla a la valenciana y trapecistas bigotones con camisetas a rayas que treparan por los postes hacia el bombillismo. Las luces de Málaga causan admiración y nos traen turistas incluso de Frigiliana o Monda, que llegan a extasiarse mirando esa bóveda como de catedral para luego contar la buena nueva en sus municipios, que sueñan con algo semejante pero que no pueden darse el lujo al ser pobres. No bromea uno al decir que las luces son un acierto, dado que reactivan el comercio y el transeuntismo y la hostelería. Alargan la Navidad, además. Más disgusto nos proporciona la controversia sobre ella. Dado que en Málaga la Navidad dura casi un diez por ciento del año y visto el follón que se arma con lo de las luces no sabemos por qué no se consensúa un poco todo antes. Claro que si se hubiera consensuado estaríamos rajando acerca de lo estéril del consenso, proceso que aún impidiendo los guantazos no hace prosperar nuevas ideas. No, no arroja luz.