Se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor€ Con la muerte de Castro en los calendarios de la Historia tan reciente, no viene mal recuperar aquellas últimas palabras de Allende que, como versos que personalizaban el siglo XX, salieron a las ondas de Chile y del mundo (por ahí andan rebotando con su eco en la web) por la emisora de radio Magallanes a las 9 y 10 de la mañana del 11 de septiembre (sí, otro 11 S) de 1973.

Pero hablemos de Málaga, una vez incorporado a estas letras ese aroma a café negro y azúcar de caña con que se mantenían de pie tantos revolucionarios, que fueron atrapados luego por el capitalismo sin el más mínimo uso de la fuerza en pósters y colgados de las paredes de las habitaciones de quienes fuimos casi adolescentes por aquellos años. La anunciada peatonalización de los laterales de la llamada Alameda Principal de la ciudad permite soñar con una ciudad mejorada, más habitable y elegante. Aunque soñar sólo con eso no sea más que la domesticación progresiva, jibarizada y local del verbo soñar. En cierta parte de la ciudad la polémica parece querer estar en si se desplaza y cómo el valioso conjunto escultórico de Benlliure dedicado a Don Manuel Domingo Larios y Larios, inaugurado al principio de la Alameda el 1 de enero de 1899 con toda su alegoría de Caridad y Trabajo alrededor. Como si se quisiera volver a hacer con la estatua del hijo del marqués, marqués segundo, lo que aquel 14 de abril de 1931, advenimiento de la Segunda República, hicieron los enfebrecidos que la arrastraron hasta el puerto y la echaron al mar, dejando en su pedestal la estatua al Trabajo. Tras la Guerra Civil la estatua se sacó del agua y en 1951 se rehabilitó el monumento de nuevo.

Francamente, querida, me importa un pito€ le decía Rett Butler a Escarlata O´Hara en Lo que el viento se llevó cuando ya no podía más con el complejo carácter y el defensivo orgullo de su amada. El cansino retruécano de la ciudad que uno ama también puede desesperarle. Que mimen el monumento como su valía artística y su huella histórica merecen, que lo sitúen donde mejor se acomode, pero que empiecen las obras. Que la Junta haga su lado norte y el Ayuntamiento el sur, al ciudadano tanto le da. Que cuiden sus árboles y que planten además los nuevos que van a plantar. Que reduzcan el tamaño de la estación del metro, dispersen las paradas de los autobuses y controlen las expansivas terrazas. Que devuelvan al ciudadano para su disfrute esa alameda (que lo fue, con hermosas filas de álamos blancos, aunque desde que se inauguró la estatua de Larios sean ficus y no álamos ya sus árboles), como la disfrutaron las grandes familias de la burguesía malagueña que hace 250 años quisieron vivir en ella. Que abran de una vez la gran Alameda por donde paseen las personas libres€ Ojalá que para construir una sociedad mejor.