No hay muchos hoteles en el mundo que hayan sido declarados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. El Nacional en La Habana es uno de ellos. Conocí muy bien ese hotel legendario. Gracias a mi trabajo en La Cónsula, la Escuela de Hostelería de Málaga. A partir del 1996 intervine en el Convenio Internacional de Colaboración entre Andalucía y el Sistema Nacional de Formación para el Turismo de Cuba. Estrené este nuevo siglo con complejos sabores caribeños cuando fui nombrado en el año 2000 Profesor Asociado de la Escuela de Altos Estudios de Hotelería y Turismo de La Habana. Fue un inmerecido honor que nos permitió a mi mujer y a mí conocer muy bien Cuba. Con sus sombras y sus luces. Siempre los llevaremos - a los cubanos - en nuestro corazón.

Recuerdo mi primera llegada al Hotel Nacional. Era un lugar mágico en muchos aspectos. Lo primero que llamaba la atención era su elegante austeridad. Por supuesto era obvio que no deseaban ser lo que conocemos como un hotel lujoso. Navegaban a años luz de los horrores del «glamour». Dios sea loado. Buenas vibraciones gracias a un personal maravilloso. El Nacional era impresionante, con sus ocho plantas, sus salones y sus jardines espléndidos. Era una mezcla del estilo Art Déco y el neocolonial con espléndidas muestras de la arquitectura neoclásica española. La ubicación era magnífica. En el antiguo Monte Vedado, dominando el Malecón. Construido sobre un promontorio - el morillo de Punta Brava - desde el que los cañones españoles del regidor don Luis Aguiar infligieron un duro castigo a los atacantes ingleses de siglos atrás. En honor del heroico militar español el mejor restaurante del hotel llevaba su nombre. En un sutil gesto de compensación, en el Bar Churchill se evoca también la estancia en el Nacional del estadista británico. Un enamorado de los puros habanos, representados por sus favoritos, las soberbias labores de Romeo y Julieta que hasta el día de hoy llevan su nombre.

El Nacional se puede enorgullecer de poseer una de las listas de huéspedes más impresionantes del mundo. La galería dedicada a los retratos de los grandes personajes que fueron clientes del hotel es simplemente espectacular. Para el observador experimentado es obvio que el Nacional estuvo situado en sus primeros tiempos en el campo magnético del poderoso vecino del norte, los Estados Unidos. Importantes intereses económicos norteamericanos, no siempre transparentes, hicieron posible su inauguración el 30 de diciembre de 1930. Es obvio que sus promotores se inspiraron en otro famoso hotel estadounidense de la vecina Florida, The Breakers, en Palm Beach.

La primera década de la posguerra, la de los 50, fue muy importante para el Nacional. La presencia incesante de grandes celebridades de todo el mundo afianzó su fama como uno de los hoteles más deseados y admirados de las Américas. Todo cambió en enero de 1959 con el triunfo de la revolución cubana. Los administradores norteamericanos del hotel abandonaron la isla. Las autoridades revolucionarias decidieron nacionalizarlo. En enero de 1961 el comandante Fidel Castro inauguró en el Nacional la Escuela Ana Betancourt dedicada a la formación de mujeres campesinas. En 1974, el regreso de los primeros turistas a la isla aconsejó a los gobernantes cubanos la conveniencia de devolver al hotel su antiguo papel de hotel líder de Cuba. En 1992 se terminaron los últimos trabajos de la renovación de las instalaciones hoteleras. El Hotel Nacional, por méritos propios vuelve a ser una de las joyas turísticas del Caribe. En 1998 se inició una importante restauración de las habitaciones históricas, que llevarían a partir de entonces los nombres de los personajes que las utilizaron. Como la de Ava Gardner. Decorada tal como la conoció la actriz.

Como homenaje, cito estas palabras de la escritora Natalie de Saint Phalle: «El Hotel Nacional nos recuerda el cine negro, nos recuerda a Humphrey Bogart y a Lauren Bacall, a la estación de los ciclones, cuando las palmeras se doblan bajo la fuerza de los vientos y un Mercury frena bajo el toldo, en el mismo instante en que se desata una lluvia cálida y diluviana...» En 1998 el Nacional fue declarado Monumento Nacional de Cuba, por sus valores arquitectónicos y su estrecha vinculación a la reciente historia de la isla. No he vuelto recientemente al Nacional. Todo el mundo me dice que está espléndido. Me alegro. Pues es una buena noticia. Para todos.