En España el malestar social y la insatisfacción también es enorme. Pese que ha mejorado algo desde que hay gobierno, la situación política o económica es juzgada mala o muy mala por el 74% y el 63% frente al 3,9 y al 4,4 que opinan que es buena. Peor aún, ganan por 30 puntos los que creen que el momento político es peor al de hace un año y -más injustificadamente- por menos puntos (10) los que dicen lo mismo de la situación económica.

Es el cuadro de un país que se ve en estado de catástrofe. Y sin embargo a Rajoy no se le ha cortado la cabeza -aunque ha perdido mucho apoyo- y vuelve a ser presidente. ¿Por qué? Por tres motivos básicos. Uno, porque aquí el populismo es de izquierdas -Podemos- y ha perjudicado mucho al PSOE y poco al PP. Quizás la clave es que -no pasa en Europa- buena parte de la inmigración habla la misma lengua y viene de la misma religión. Y C´s no es populismo sino una tentativa de partido liberal, lo que genera menos adhesiones.

También porque manda más sobre su partido que Pedro Sánchez (segundo motivo), lo que quizás demuestra que es un político más hábil que los líderes del PSOE: que Pedro Sánchez y sus enemigos (tercer motivo).

Y Rajoy -una vez reelegido y guste o no guste- se está moviendo con cautela, cualidad necesaria -pero no suficiente- para gobernar. Ha entendido que, sin mayoría, no puede mandar con la prepotencia habitual. Ha asumido que la gran coalición que reclamaba no es hoy posible. Ni él es Merkel, ni tiene su currículum, ni el PSOE es como el SPD alemán.

Reconoce además que para funcionar todo gobierno de un país democrático necesita una mayoría parlamentaria -aunque sea agónica- y que con este Congreso ello exigirá -en este Congreso- algún entendimiento, aunque sea a cara de perro, de los dos grandes partidos y que ello obligará a tragar muchos sapos. Por último ha logrado tejer un primer acuerdo relevante -y rentable para ambos- con el PSOE al pactar el techo de gasto y el objetivo de déficit público para 2017 a cambio de un aumento del salario mínimo del 8%.

Un Rajoy pactista, un Montoro que sabe negociar para que el ministro «amigo y compañero» Luis de Guindos sea respetado en Bruselas y una gestora socialista que ha hecho -con el solvente Javier Fernández y el flexible Antonio Hernando- una primera demostración de inteligencia y cauto realismo… Podía ser peor.