Conocí a Paola Castellanos en el rodaje de un videoclip. Ella era la madre de uno de los actores del reparto. Me dijo que se llamaba Paola y que era oceanógrafa. ¡Qué maravilla! -pensé-, por fin una bióloga a la que poder sacarle información.

Paola me dijo que creamos falsas realidades para no querer mirar de frente al problema del cambio climático. Cuánta razón encierra esa frase. Perdemos el tiempo enzarzados en batallas secundarias, y lo más importante se deja de lado. Además de que hay muchos intereses creados.

Me interesaba saber cómo veía el mar una oceanógrafa en la actualidad. La respuesta de Paola me puso los pelos de punta. Pero lo más asombroso fue la serenidad con la que me lo contaba. Pensé que la voz de Paola estaba llena de valor y sinceridad, y que, sin duda, debía ser recogida por alguien.

Según me dijo el mar está enfermo. El Pacífico está lleno de plástico. Ese plástico que alguna vez hemos visto formando auténticas islas flotantes y que no sólo asfixia a infinidad de tortugas y peces, sino que nosotros mismos terminamos ingiriéndolo en proporciones pequeñas a través del pescado que consumimos. Sólo una especie ignorante es capaz de algo así. De cargarse el propio sustento. Estamos contaminando nuestra propia comida.

El Océano actúa como un organismo vivo y trata de compensar el exceso de calor que generamos. Según me contó Paola y espero transcribirlo correctamente, las corrientes del Atlántico que contienen agua del océano Pacífico y también aguas cálidas del océano Índico, deben mezclarse con el agua dulce del Ártico para la creación de lo que se llama «las aguas profundas». Y es una evidencia que el Ártico se está derritiendo a marchas forzadas. Por ello, peligra la formación de las aguas profundas que son las que regulan el exceso de calor en el mar y también en el Planeta. El exceso de calor en el mar se traduce en un aumento de la temperatura atmosférica. No es ciencia ficción. Paola me explicó que se espera que en veinte años en Barcelona tengamos la media de temperatura que hay ahora en Marrakesh.

Es un dato contrastado que actualmente el 37% de España está afectado por la desertización. Murcia, Comunidad Valenciana, Andalucía, el interior de Aragón y algunas Islas Canarias como el Hierro son las más dañadas. Una cuarta parte de España ya se ha convertido en desierto. Si no hacemos nada, y en Barcelona se prevé una subida de casi diez grados ¿qué sucederá con estas regiones en veinte años?

Lo que es increíble es que los científicos no se acerquen más a la gente y no expliquen lo que está sucediendo. A día de hoy aún se debate sobre si el cambio climático es algo real, o un invento de los chinos. De vez en cuando nos ponen alguna noticia al respecto en el telediario. Algunos líderes se reúnen para tratar de llegar a acuerdos que nunca son los suficientemente efectivos.

Pero la solución, según Paola, no está ni en la comunidad científica ni en los políticos de turno, la solución está en los consumidores, sea sé, en todos nosotros. La solución pasa por que cada uno de nosotros haga autocrítica y trate de reducir su huella medioambiental al mínimo.

Según la oceanógrafa, esto no lo resuelve ni Rajoy, ni Pablo Iglesias. La solución, como siempre, saldrá de la gente. Porque está en todos nosotros. Ésa es la única buena noticia de todo este asunto. La fuerza del consumidor es tremenda. Deberíamos unirnos, como se unen las hormigas frente a cualquier desafío, y crear una red. Si te llega este mensaje, transmite #reducetuhuella#. Es una oportunidad para mejorar. Infórmate de cómo hacerlo en cualquier web, como por ejemplo: www.ecointeligencia.com y añade el enlace al mensaje.

En lugares como Suecia, en el Stockholm Resilience Center, ya se está investigando los efectos de resiliencia de la Tierra frente al cambio climático. La información que allí se obtiene es vital para prevenir y saber cómo reaccionará el Planeta frente al cambio climático.

Por mucho que queramos obviarlo, el océano, la tierra, la fauna y la flora, y nosotros, seres humanos, formamos parte de una unidad.

El error es actuar como si estuviéramos en compartimentos estancos.