Estos días han salido los resultados del informe PISA que evalúa el rendimiento escolar en toda Europa. Andalucía ha quedado fatal. A la cola. Las razones son muchas, pero seguramente esa que arguye la Junta (aquí se ha encuestado en colegios conflictivos o de bajo nivel social) es, como poco, peregrina. Tan poco socialista que lo que subyace en ese argumento es que los pobres son más tontos o son tontos porque son pobres. Debería ser la educación pública igual para todos, niveladora, borradora de procedencias sociales. Igual en el Cerrado de Calderón que en la Palmilla, en Barcelona que en Sedella. Mucho se ha escrito estos días sobre el informe. Algunos textos, algunos argumentos, parecen perpetrados por gente no pasaría los test de ese informe. También se han dicho cosas interesantes. Hay una obvia: la educación en Andalucía no funciona. No al menos con la excelencia de un territorio del primer mundo encardinado en ese oasis de civilización (¿y civilidad?) que aún es Europa.

Traía el diario El Mundo el otro día un interesantísimo artículo acerca de por qué en Castilla y León (sí, Castilla y León, no Baleares o Euskadi o Cataluña...) tiene tan óptimos resultados en PISA. Uno me llamó particularmente la atención, esgrimido por el consejero de Educación de esa autonomía: «La ética del Norte es muy seria»...¡Carajo!.. Será entonces que la del Sur es la del cachondeo, la siesta y el flamencorro luego de ir a los toros vestido de lagarterana.

Los tópicos tienen dos problemas: la gente que los extiende y que tengan algo de verdad. Lo dejamos ahí para la reflexión no resistiéndonos a otra frase del mismo político: «Si hay que elegir damos menos baile regional y más matemáticas». Más interesantes nos parecen otras medidas de esa Comunidad, que no teníamos por vanguardista (o sea, mea culpa, un tópico que teníamos ahí enquistado como un tumorcillo benigno que no obstante y afortunadamente se extirpa). Por ejemplo: abren colegios los sábados por la mañana de verano para que se den clases de recuperación y se apruebe en septiembre. Otra: la dispersión de municipios y la escasa población rural da como resultado (no en las ciudades) aulas con siete u ocho alumnos. Es decir, más atención del profesor a cada uno.

De esto también debe derivarse que el presupuesto público ha de ser alto en Educación. En Castilla y León hay un consenso para que toda la comunidad educativa (incluyendo sindicatos) vayan en la misma dirección. O sea, que se ha dado el caso de dejar plazas desiertas en oposiciones sencillamente por que los aspirantes no daban el nivel. Además, se incentiva bien al profesorado.

Las comparaciones son odiosas. Sobre todo para quién las pierde. Hay regiones españolas a la altura de Finlandia y otras a la del betún. Lo que nadie evalúa es cómo se educa en casa, donde lo esencial a nuestro juicio es que se inculquen valores. Sin menoscabo de que estos sean valores anarquistas o del nudismo, revolucionarios o del liberalismo clásico.

Lo peor sería no hacer nada, pero cada vez que un político andaluz propone un pacto por la Educación se mueren dos gatitos, ruge un león, sale un titular y alguien le contesta que lo que en realidad quiere es imponer su modelo. La perplejidad es alta y la tragedia inmensa.