¿Sería sincero un llamamiento que aquí se hiciera para que la gente acudiese en tropel a ver Paterson, la última y bella entrega de Jim Jarmusch?. Probablemente no. El cine independiente, para seguir vivo, necesita cierta soledad, como la que había en la sala el día de estreno. Uno pensaba que no era ya fácil urdir una historia de verdadero amor después de que Jarmusch lo hubiera hecho en Solo los amantes sobreviven, pero Paterson está a la altura, por lo menos. Tampoco veía uno fácil explicar en cine la esencia misma de la poesía y el alma del poeta, pero ahí están, contadas con directa sencillez. Y, en fin, la sospecha de que amor y humor eran dos formas de la misma materia se corrobora al ponerse uno en los ojos con los que Jarmuch mira, aplicando al hacerlo la receta según la cual hay cosas que sólo se pueden ver mediante una mirada de la misma pasta que su objeto.