La partitocracia es lo que tiene, genera adhesiones inquebrantables e inesperados compañeros de viaje. Circula por las redes sociales un vídeo de Javier Lambán, presidente del gobierno de Aragón, en el que demuestra su forofismo por Susana Díaz, con tal nivel de ridiculez que, entre otras cosas, destaca su virtud de trianera y la compara con Juan Belmonte, todo con una «licencia poética» digna de pregonero de fiesta menor de un lugar menor.

Cierto es que no es culpa de la lisonjeada lo que de ella digan, pero es que esto se está convirtiendo en algo chusco y lamentable.

Lo siguiente ha sido ver cómo, en Málaga, el Museo de la ciudad, el que está en el edificio que fue la Aduana, ha sido también instrumento de guerra de guerrillas entre partidos. Hasta tal punto que en sus perfiles de redes sociales, los responsables de la Junta de Andalucía han colocado el logo de la administración autonómica andaluza como icono, y en su perfil han dejado claro que el museo depende de la Consejería de Cultura y Deporte.

Me pregunto si también van a dejar claro que el Teatro Romano también depende de ellos y que no se comunica con la Alcazaba por un desentendimiento entre administraciones. Comunicarán a toda la población que son ellos los responsables.

Ridículo, lo peor es que los encargados de gestionar lo público se creen con poder como para hacer y deshacer este juego de parcelas, para así, apuntarse victorias partidistas, que a su vez, serán aplaudidas por aplaudidores profesionales como hizo Lambán con Susana.

Lo que los políticos gestionan no es de ellos, y mientras sigan pensando que es suyo seguirán haciendo el ridículo y cada vez se les nota más.