Mariano Rajoy ha vuelto a tomar el camino de subir impuestos (el de sociedades y los del tabaco y el alcohol y, probablemente, alguno medioambiental) y crear otro nuevo (bebidas azucaradas) para cumplir las instrucciones de Bruselas y corregir el desvío del déficit público, el que precisamente generó en parte por las rebajas tributarias preelectorales que desde 2015 erosionaron la recaudación del IRPF y sociedades.

Tal decisión ha tenido contestación interna dentro del PP si por tal se puede interpretar el malestar que la política económica del Gobierno vuelve a provocar en el «búnker» de la vieja guardia popular, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), el «tanque de pensamiento» (traducción literal de think tank, la expresión anglosajona para este tipo de grupos de debate y presión) que maneja José María Aznar, ahora acompañado por un sanedrín de exministros en el que sólo faltarían, para reeditar un gobierno de hace veinte años, el procesado Rodrigo Rato y el forista Francisco Álvarez-Cascos.

Para FAES, y por tanto para Aznar, Rajoy yerra en su estrategia de pactar con el PSOE el techo de gasto, las subidas fiscales y también el incremento del salario mínimo del 8%. Para FAES, y por tanto para Aznar y su vieja guardia , todo ello va contra las esencias «liberales» del PP que marcaban otro camino: nada de subir impuestos y mucho de recortar más gasto público, sobre todo en las autonomías (¿acaso en la sanidad y en la educación?). Porque la receta para España, para Europa y para el mundo está claro para ellos : tiene que haber menos Estado, así como más tributación indirecta (más regresiva) y menos directa (más progresiva), y menor presión fiscal también sobre las rentas de capital. En suma, prolongar la descompresión fiscal que tanto favoreció a las élites económicas desde fines de los años 70 y que, combinada con la globalización rampante y sin reglas, ha generado riqueza, pero también crecientes desigualdades internas en los países.

FAES, que en noviembre formalizó su desconexión formal del PP al nombrar Aznar un patronato sin políticos en activo y sólo con exministros y otros ex de su cuerda, tiene razón en criticar que Rajoy prometa uno y luego haga lo contrario. Pero en el «búnker» también debería cundir la autocrítica, abandonar la ensoñación de que el Aznarismo sacó a España de otra crisis y la impulsó a base de bajar impuestos y modernizar la economía, cuando fue en esa época en la que se decidieron las políticas y se pusieron los incentivos que con los años inflaron en este país una burbuja de deuda y corrupción que continuó con el socialdemócrata de la Tercera Vía Zapatero y que ahora estamos pagando con empobrecimiento y populismos.