¿Somos todos iguales?

He aquí la pregunta del millón. Llegó aquel andaluz tan saleroso, y dijo que todos los españoles somos iguales, y ahí empezó la hecatombe hispánica. Pero no dijo que somos desiguales a él y sus acólitos, que se inventaron el sueldazo vitalicio, continuado por todos los de su clase, sean del color que sean. Se llevan la palma de la igualdad la mayoría de los profesionales de la sanidad, que se toman la libertad de tutearnos a todos, que será porque somos iguales, pero sí que lo somos hasta que los usuarios les devolvemos el mismo trato, y entonces ya no somos iguales. He aquí que en el momento en que nos atiende un notario, un registrador, o cualquiera que haya tenido que estudiar y estudiar y estudiar, son los que respetan a los demás. Después llegan los de la hostelería, en cualquier puesto, llegamos a un establecimiento, y dá igual que tengamos 70 que 18, con aquello de «¿Qué vas a tomar?», osea la educación y el respeto por el desagüe, porque somos iguales. Siempre decía mi padre «al nacer y al morir somos iguales, entremedio cada uno es quien se desiguala de los demás». Tenemos las mismas obligaciones, y después los mismos derechos, y por eso en las obligaciones está respetar a los otros, y ganarnos el derecho de ser iguales.

Y el colofón es cuando hablamos con los que pagamos teléfono, la internet y similares, los que tienen que servirnos por los impuestos que pagamos, los del chapuz sin factura que también sin cultura, en los comercios, y hasta los jóvenes que ni estudian ni dejan que otros lo hagan, o cuando queremos un trabajador del hogar, pero ni hacen facturas, ni quieren contratos, nos tratan como a sus colegas, con la diferencia que nosotros pagamos; definitivamente, no, no somos iguales.Gustavo García-Valdecasas. Málaga