Los nombramientos de colaboradores que ha hecho el presidente electo Donald Trump son una declaración de guerra a lo público.

No cabía esperar otra cosa del multimillonario especulador inmobiliario metido de pronto a político que no parece distinguir entre el negocio privado y el servicio a los ciudadanos. Todo ello en sintonía con la desconfianza que siente la mayoría de los ciudadanos del país capitalista por excelencia a todo lo que pueda sonar, aunque sea lejanamente, a socialismo.

Se ha escrito con razón que el gabinete con el que comenzará Trump su andadura en la Casa Blanca es sin duda el que más riqueza acumula de cuantos han gobernado el país. El ministro designado de Exteriores, el texano Rex Tillerson, ha presidido desde 2006 el poderoso consorcio ExxonMobil, y parecen importarle más sus opulentos negocios con Rusia que el deseo de seguir sancionando a ese país su anexión de Crimea.

El futuro secretario del Tesoro, el inversor en fondos de alto riesgo Steven Mnuchin, ha ocupado puestos de responsabilidad en Goldman-Sachs, el banco del que han salido muchos de quienes nos gobiernan también en Europa. Mnuchin será el encargado de deshacer algunas de las regulaciones impuestas a Wall Street por el presidente Obama y rebajar una vez más los impuestos a los ricos.

La próxima ministra de Educación, Betsy DeVos, una de las mujeres más ricas del país y hermana del fundador de la empresa de seguridad Blackwater, es una generosa benefactora del Partido Republicano. DeVos es una acerba crítica del sistema de escuelas públicas y pretende que los padres gocen de desgravaciones fiscales para mandar a sus hijos al colegio privado de su elección.

El futuro titular de Comercio, Andrew F. Putzer, ha hecho una carrera en el sector de los restaurantes de comida rápida, esos que pagan sueldos míseros, y no parece tener en demasiado aprecio a los sindicatos.

El neurocirujano retirado Ben Carson, nombrado -Trump sabrá por qué- para encabezar el ministerio de la Vivienda y Desarrollo Urbano, no pierde ocasión de criticar la intervención del Estado en la vida de los ciudadanos y califica de «desastre» la actual lucha contra la pobreza.

El también supermillonario Wilbur Ross estará al frente del departamento de Comercio. Y para completar el panorama, Trump ha nombrado al frente de la Agencia del Medio Ambiente al fiscal general de Oklahoma, Scott Pruitt, alguien que no cree en el cambio climático. ¿Hay quién dé más?