Salió y creció el informe PISA. Se estrelló como un obús, poniendo a Andalucía más pringosa, de tan zote, mandando a hacer puñetas las columnas de Hércules. Salió y sentenció el informe PISA. De manera incontestable. Y en San Telmo hicieron lo de siempre: echar la cortina y seguir con la plancha, meter las ruinas bajo la alfombra, ponerse a hablar de la LOMCE. Otra comunidad con más orgullo y menos jactancia, la Andalucía de nuestros abuelos, de nuestros padres, no habría tardado ni un segundo en ponerse a dar hostias, que es una cosa que en el mundo civilizado, el que tiene estudios de verdad, se suele traducir en comisiones de investigación, gabinetes de crisis, dimisiones implacables. Aquí, bajo la égida del Susanismo, todo vale. Lo mismo gobernar de puntillas que pasar de todo e irse a Madrid, que es la versión del PSOE, ya que estamos generosos y por traducir, de la intriga de toda la vida, la culebrera, carterista y vaticana. Señores parlamentarios: dejen de tocar las incopelusas, que diría Cortázar. Lo del PISA es un cataclismo para el que no valen excusas. Mucho menos, por manida, la de siempre: que la culpa es del Gobierno y del rollito Wert, el de París y sus mansardas. Metidos a esto de mentir, al menos, podrían haber sido originales. La LOMCE, está claro, no le gusta a nadie: es chapucera y cínica, como casi todo lo que tiene espíritu FAES, esa cosa liberal mal entendida que se empeña en vender el clasismo facha de siempre como si fuera audacia europeísta y sinónimo de meritocracia. El PSOE entiende la educación y a veces hasta el mundo muy a menudo y en consonancia al revés, aunque con resultados, todo hay que decirlo, igualmente catastróficos. Los problemas de la educación en Andalucía no vienen de Wert. Han tenido ustedes, susanitos, susanatarios y presusanos, más de treinta años, muchos de ellos con un gobierno afín en Madrid, para desarrollar un proyecto medianamente consistente. Y en lugar de eso se han dedicado a distorsionar los objetivos y al raquitismo pedagógico, llegando, incluso, a aferrarse a la ampliación del acceso a la educación como si fuera lo último en ingeniería progre. Dentro de poco, al tiempo, van a aparecer en la tele políticos de la Junta pidiendo que se les dé las gracias porque la gente en el siglo XXI -no toda- vaya a la escuela y coma. Ése es el nivel. Y mientras, más de lo mismo: confundir la casa por el tejado, sin entender que las asimetrías y las desigualdades no se corrigen, más bien todo lo contrario, bajando el listón y la exigencia, sino con más dedicación y presupuesto para que el que parte desde una distancia mayor pueda no quedarse atrás del todo y subirse al tren, cada vez más chato, de las oportunidades.

El informe PISA, con todos sus defectos, es como una visita chismosa, un auditor sin escrúpulos de la vida privada; uno, en el fondo, agradece que no pase del salón, que no vaya más allá, que deje en paz los hábitos de lectura y el nivel de muchos de nuestros egresados. ¡Qué se podría decir de algunas de las facultades andaluzas, del grado de formación de un sector amplio del empresariado, de la política, de la clase dirigente! La Junta en educación tiene mérito. Ha convertido a Palencia en Yale, a Castillejo de Mesleón en el Trinity College. Duodécima modernización y vanguardia.