Facebook se lava las manos en lo que a suciedad de contenidos se refiere. Ante la invasión de noticias falsas en la red social (algunas de ellas bromas inocuas o simplemente reclamos publicitarios pero otras muy peligrosas y tóxicas), la compañía de Mark Zuckerberg se ha sacado de la manga un ingenuo sistema para intentar calmar las voces airadas que han surgido contra ella en su condición de ventilador de patrañas.

Patrañas que, no olvidemos, pueden llegar a tener una influencia evidente en el devenir de la actualidad: véase el caso de Donald Trump, cuya campaña salió enormemente beneficiada por la irrupción de noticias falsas que perjudicaban sobre todo a su rival, Hillary Clinton. O el sangriento episodio del tiroteo que conmocionó el 4 de diciembre a Washington, cuando un hombre armado entró en una pizzería para investigar «por sí mismo» una presunta trama de prostitución infantil vinculada a Clinton en ese local.

Lo que propone Facebook contra esa peste de falso periodismo que se inventa informaciones no ya sesgadas o manipuladas sino burdas mentiras realizadas conscientemente y con alevosía es poner marcas. Señalar los posibles peligros, no atajarlos. Chivarse sin tomar medidas. La red social pasa la patata caliente al usuario y cede su responsabilidad a terceros para que analicen las noticias y avisen de su potencial falsedad o de su condición de información interesada o incorrecta. Entonces, Facebook advierta sobre esas noticias para que el lector tenga dudas sobre su veracidad.

Zuckerberg afirmaba recientemente que «somos más que un distribuidor de noticias. Somos un nuevo tipo de plataforma para el discurso público». Si esto es así, si hay una aspiración clara y definida de intervenir de forma directa en la maquinaria social gracias a sus colonizaciones virales, la medida de marcar las noticias sospechosas de ser falsas supone una clarísima dejación de funciones y un abandono de sus responsabilidades. No por casualidad el Gobierno alemán prepara una batería de regulaciones de control para que la publicación de informaciones falsas por parte de redes sociales o medios sea castigada con multas que pueden llegar al medio millón de euros, dependiendo de los ingresos de la empresa en cuestión.

«La libertad de expresión no abarca la difamación y las calumnias y es algo que debe perseguir la Justicia también en la red», dijo el ministro de Justicia alemán Heiko Maas. Maas reclamó a Facebook que asuma consecuencias y recordó que «también gana mucho dinero con noticias falsas. El que tiene ingresos millonarios en la red, también tiene una responsabilidad social. Las difamaciones sancionables tienen que ser borradas inmediatamente después de su notificación. Para los usuarios debe resultar más sencillo poder notificar una entrada como falsa», dijo.

Zuckerberg ha presentado en sociedad a «Jarvis», un mayordomo virtual creado casi como un «hobby» y cuyo nombre recuerda al asistente de «Iron man». Es una lástima que no hubiera dedicado también su tiempo e incuestionable talento a idear un cazador virtual de noticias falsas que las quite de la circulación en lugar de conformarse con un pueril sistema de señales que no erradicarán la peste de las mentiras y los bulos.