Cuando escribimos la expresión «a principios de siglo», ¿tu mente vuela hacia el XX o el XXI? Este delicado matiz es el síntoma más exacto de envejecimiento. Los menores de 35 años reducen su experiencia adulta a la presente centuria, que constituye su horizonte de acontecimientos. A partir de los 45, la sentencia «en los albores del siglo» nos remonta a imágenes aceleradas en blanco y negro. La mitad de la población del planeta se enfrenta a la condición humana en los años dos mil. Para encuadrar su magnitud desbordante, suponen el cuatro por ciento de todos los seres humanos que han poblado la Tierra. Cómo aburrirse en un mundo así, predica el optimista. Cómo encontrar un minuto de silencio en medio de este bullicio, rezonga el pesimista.

La vejez consiste en creerse un habitante mayoritario del siglo XX, un deslizamiento que no se cura comprando los últimos gadgets. La pasada centuria, y no hablo del XIX, se amontona ya en el desván junto a sus predecesoras. Curiosamente, el XXI pobló la ficción científica o no de las décadas pasadas. Al materializarse, ha perdido la principal cuota de su magia. Nunca pisotees el césped de la terra incógnita.

En el prehistórico 1999 debatíamos si el milenio acababa en 2000 o en 2001. (También discutíamos si iban a atrancarse todos los ordenadores, pero no hubo suerte). Sin embargo, el acotamiento entre años redondos bordea la superstición. Eric Hobsbawm reafirmó en un libro magistral la brevedad del siglo XX, que a su juicio abarcaba desde el inicio de la Guerra Mundial en 1914 a la caída del Muro en 1989. En los albores de este siglo -el XXI, no se deje traicionar por su edad-, rastreábamos un acontecimiento definitivo. Así llegó, el 11 de septiembre de 2001. Miles de articulistas coincidieron en que la centuria empezaba con retraso, cuando es posible que acabara con adelanto y vivamos en las secuelas de aquel colapso. Nos guste o no, estamos agotando la adolescencia del siglo XXI. Después de dos décadas sin nombre, en breve empezarán los años veinte. ¿De qué siglo? No me digas que tus sinapsis te han ofrecido imágenes de un charleston.