Mis mejores deseos para que estas fiestas les sigan pareciendo ideales, a pesar del lógico barullo que se forma en casa. Mi familia y yo hemos sobrevivido -hasta hoy- muy dignamente, por lo tanto, no nos podemos quejar. No hay nada más bonito que uno de tus nietos te diga: «Qué rica está tu sopa, abu», aunque su madre -mi hija- murmure entre dientes: «En mi casa no las prueba nunca». Y nos ponemos muy anchas, por esos pequeños detalles se les adora, oiga, a estos pequeñines aunque algunos midan casi dos metros y sigan poniendo zancadillas a los hermanos pequeños. ¡Qué sería de nuestro día a día sin estos incidentes.

¿Han pedido a los Reyes Magos muchas cosas? Les deseo que este año también sean muy generosos aunque, y no lo digo para amargarles la fiesta, he oído que nuestro ministro preferido, el señor Montoro, está sacando todo el día punta al lápiz para que no se le olviden los encargos pendientes. Pero, no teman, les aseguro que el andaluz es muy bromista. Eso, al menos, dicen sus paisanos.

Una servidora, que ha dejado atrás muchos tacos de almanaques, les asegura que, aunque este año que finaliza han sucedido cosas para olvidar, tampoco ha sido el peor de todos. Por lo tanto, mis mejores deseos para todos. Para los malos, aspiro a que recapaciten y para los buenos, que tampoco hay que ser bueno, bueno, bueno. Un término medio ayuda más a sobrellevar los inviernos raros como este. ¡Ah!, criaturitas, mucho cuidado con la última copichuela, porque, algunas veces esa es la que nunca deberíamos haber bebido antes de coger el coche. Cosas de abuelas. Felices Fiestas.