Acaba el bisiesto como había empezado, o sea, con la amenaza del indendentismo catalán de irse de España y crear un nuevo foco de gresca en Europa, como asunto de mayor calado. Bien, para que no nos amarguen otro año tal vez habría que empezar a tomar el asunto con humor, un disolvente de los fundamentalismos infalible, y hacerse a la idea de que es una de esas enfermedades crónicas con las que, para vivir, hay que aprender a convivir. Bien mirado ese tono enfático y heroico de los independentistas, jugando a mártires y haciendo de su proceso por desacato una persecución frente a un pais entero, es bastante ridículo, apesta a naftalina patriótica, y mueve a risa teniendo en cuenta que la mitad de su propio pais no los secunda. Ahora bien, el humor exige saber reírse de uno mismo, y los españolistas podrían ir también aprendiendo. Yo brindaré esta noche por tomarnos menos en serio.