La decisión de comenzar el año en enero tiene su origen en la antigua Roma, en el siglo II a.C., siendo la historia de nuestro calendario el resultado de las aproximaciones sucesivas del año civil al astronómico marcado por las estaciones.

Todos los principios de añada, nuevamente, realizamos los mismos planteamientos los cuales delatan, de forma explícita, la falta de perseverancia que conjugamos en la divina rutina cotidiana. El ejercicio de autocrítica nos aborda anuario tras anuario y nos despliega un listado de acciones trasfiguradas en promesas, las cuales intentamos cumplir en el trascurso de este nuevo ciclo. Se forja el momento ideal para adoptar un desafío, implicándonos a salir de la zona de confort dibujada a nuestro antojo.

Depende de cada cual, no obstante, las propuestas son muy similares: aprender un idioma, ir al gimnasio y ponerse en forma; instruirse en la meditación; mejorar un aspecto de mi personalidad; dejar de fumar; cambiar un mal hábito; vivir un día a la semana sin ordenador ni móvil; colaborar en algún proyecto social; pasar más tiempo al aire libre; comprometerme a reciclar todo lo posible; tirar o vender todas las cosas ajadas y quedarme sólo con lo necesario; visitar más exposiciones; hacer un viaje sin contacto con ninguna tecnología; sonreír más; hablar más con la gente anciana; aprender a tener sueños lúcidos; ser más agradecido; hacer un retiro de silencio; ser un canal para el resto de los humanos promoviendo la amistad€

Augurios los cuales nos hacen sentir mejor en estos primeros días de un año lleno de expectativas y buenos deseos. Parafraseando a Albert Camus, novelista y filósofo francés, te comento que no camines detrás de mí, puedo no guiarte. No andes delante de mí, puedo no seguirte. Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo. Feliz Epifanía.