Federico Trillo, el gran manipulador, mentiroso confeso en sede parlamentaria, incapaz de pedir perdón como ministro de Aznar por los 62 militares muertos en el accidente del Yak-42, ha estado más de cuatro años como embajador de España en el Reino Unido como premio a los servicios prestados al PP, a José María Aznar y a Mariano Rajoy. Trillo sabe más que calla. Y Rajoy lo sabe y de ahí su actitud. En palabras de Ernesto Ekaizer, «Trillo es la caja negra del PP». En años de la prehistoria, si aplicamos la teoría de Rajoy para no asumir responsabilidades, Trillo era quien manipulaba hechos y voluntades de la Gürtel, quien emitía demoledores informes contra las fiscales que investigaban la trama y no tenía reparo alguno en acusar al Gobierno de Zapatero de instruir una causa general contra el PP, con duras acusaciones al entonces ministro de Interior Pérez Rubalcaba y al fiscal general del Estado. Sobre su cabeza pesan los 62 ataúdes de servidores de la patria. Federico Trillo se suma así a la larga lista de ministros y altos cargos que en tiempo de Aznar se creyeron estar por encima del bien y del mal, pecaron de soberbios y de prepotencia y anduvieron por la vida de perdonavidas, tal cual Aznar.

El cese de Trillo como embajador en Londres no viene a enterrar largos años de sufrimiento para las familias de los militares que murieron al estrellarse el avión, que nunca debería de haberse levantado en vuelo tal cual afirma, de forma rotunda, el dictamen del Consejo de Estado en su sección 4, presidida por el exministro socialista Fernando Ledesma. El entonces ministro del Peñón de Perejil bien merece la excomunión de la política y padecer la condena por sus pecados de omisión, por mentir, y por hacer sufrir a los familiares que sólo pretendían saber la verdad de lo acaecido en aquel lejano año de 2003, tal cual afirma Mariano Rajoy como si el dolor y sufrimiento tuviera caducidad. Estas heridas no se han cerrado y Rajoy lo sabe; otra cosa es que mire hacia otro lado como si no fuera con él la cosa. No le vendría mal un gramo de sensatez, la misma que él predica.

Es lo que está haciendo, en otro orden de cosas, Pablo Iglesias con Íñigo Errejón. El líder de Podemos va de perdonavidas, crecido en su liderazgo hasta el punto de que ya se sabe: después de mí, el diluvio, apoyado sin fisura alguna por Monedero que ha ido más rotundo: sin Iglesias no hay Podemos. Mal, muy mal deben estar las cosas dentro de Podemos cuando se recurre a estos argumentos y sorprende que muchos dirigentes territoriales de Podemos anden con la boca cerrada, tal cual la lideresa de Andalucía Teresa Rodríguez que se mueve como pez en el agua en las revoltosas aguas de Podemos enarbolando la bandera de los Anticapitalistas como hace Miguel Urbán quien ya tiene dicho, con gran pesar y malestar de Pablo Iglesias, que al Congreso de Vista Alegre 2 llevarán candidatura propia.

Podemos seguirá siendo noticia porque las heridas se están cerrando en falso y, sobre todo, porque lo que está en juego es el poder por el poder, aunque lo quieran revestir con los ropajes de las ideas y las estrategias cara al futuro. Un debate fraternal y sin choques como proclama y pide Urbán es una entelequia que nadie se cree. Aquí hay guerra cuartelera en la que se dirime quien tendrá suficiente fuerza para imponerse. Y, hoy por hoy, parece que es Pablo Iglesias tocado como está por un declarado espíritu estaliniano.

Dicho lo cual, que los Reyes Magos sean pródigos en esperanza, paz y solidaridad. Y por favor, señores independentistas catalanes, no maltraten a los niños pidiendo que lleven a la «cabalgada» la estelada o farolillos con la señera como bandera. Bastante tenemos con el caganer de Pujol (Jordi), de Mas (Artur), de Puigdemont (Carles) y de la Forcadell (Carme).

Tengamos la fiesta en paz y si es en honor de los niños, mejor que mejor.