Los sin hogar resultan molestos: aporofobia

Cada nueva tregua invernal se convierte en un obstáculo que no consigue detener la sangría de muertes en la calle a causa del frío o las enfermedades desatendidas. Varios muertos en diversos puntos de España nos lo acreditan estos últimos días. Estamos en un país donde cada cinco días muere un sin techo a veces en el más absoluto abandono sanitario; en una sociedad que cuenta con medios suficientes para evitarlo. Nos encontramos sin embargo ante dos aspectos nefastos como son el asistencialismo y la invisibilidad -comunmente llamada criminalización-. Como plan de futuro, la solución no puede seguir siendo un plato de comida, una cama temporal y una ducha semanal. Sino más bien un modelo de inclusión basado en el acogimiento durante las 24 horas y con un acompañamiento social adecuado. Toda vez que la falta de un techo es premisa vital ante necesidades como la salud, es evidente que nos encontramos ante un circulo cerrado que se auto alimenta -llama la atención por otra parte de que el número siga aumentando ante un fenómeno como son los desahucios-.

La gente sin hogar resulta molesta en la sociedad de hoy, que con frecuencia le tilda de delincuente y le etiqueta de escoria. Y esto nos lo acreditan algunos aspectos como la reciente llamada de atención del Observatorio de Delitos de Odio al Sin Techo con más de un 80% que ha sido víctima ocasional de delitos de aporofobia, lo cual deriva con frecuencia en agresiones físicas e incluso en el asesinato. La aporofobia -calificativo con el que se le etiqueta este delito- viene a definir así la hostilidad expresada contra el sin techo engrosando la cifra de delitos de odio del Ministerio de Interior.

A este discurso se le une en ocasiones -por contradictorio que pueda resultar- el hecho evidente de las propias identificaciones, vejaciones y agresiones que la policía lleva a cabo en la calle contra la población sin hogar agravando los componentes de invisibilidad y creando las condiciones del estigma social que padecen. Algunas ONGs -creo que mucho más pendientes de cazar las subvenciones oficiales que de denunciar estas situaciones y defender los derechos de los sin techo- se estén convirtiendo en supuestos confidentes al revelar sus bases de datos; lo que convierte a la víctima tantas veces en culpable y agrede los Derechos Humanos.

Luis Enrique Veiga RodríguezMálaga