Ya ha pasado el pico más alto del año en bombardeo publicitario sin tregua, de perfumes, bebidas y coches -por orden de frecuencia y variedad- hasta la saciedad. Alcohol de alta graduación y tabaco han sido también durante décadas unos crack de la persuasión en la parrilla televisiva, pero venidos a menos y vetados de numerosos soportes publicitarios, por los efectos nocivos explícitamente demostrados.

Normal que, como consecuencia de tanta insistencia, el punto y final de los festejos navideños en la mañana de Reyes, surta a la mayoría con colonias, lencería más o menos fina, maquillajes, calcetines y otros atrezzos para el autocuidado personal, invitando a caminar por la pasarela del año con la mejor de las actitudes, bien elegantes y con mucho sex appeal, como los pedazos de cuerpos esculturales de la pantalla, que terminan incrustándose en el inconsciente y en algún que otro sueño.

Y es que, como si de la mismísima magia potagia se tratase, llevar ciertas prendas -incluso cuando los otros no lo ven- a veces de forma sutil, pero de marca, y otras con algo o mucho descaro; da una especie de subidón, una seguridad que empodera, hace sentir bien y sube la autoestima. Tres cuartos de lo mismo con las colonias, que, entendiendo que su aroma sea por supuesto agradable, se compran y regalan por asociación directa con una imagen, un modelo, una situación y un slogan que impactan en lo más profundo del deseo, como un sí automático «alla seduzione».

Así, el marketing demuestra una vez más que es el number one, el crack de las ventas, de las promesas, de la felicidad en su formato más efímero. Conocedor de las necesidades más vulnerables del ego, como la aceptación de los demás y el status social. Visto que ahora comenzará -por pura estadística y observación- el ciclo de anuncios del sector farmacéutico para combatir los excesos, hace pensar si tanta ensoñación y visualización en positivo, atrae por una extraña razón gripes y dolores de cabeza.

Por si acaso, aunque se esté en la fase eufórica, llena de atractivo y motivación, además de ponerse unas gotas de la esencia seductora, no se olviden de, al menos, la bufanda. Que un vulgar resfriado no ensombrezca el glamour, ni tapone el apreciado frasco de los sentidos.