¿Cómo que no? Cómo decirle que no a quien te espeta que a la gente se la ordeña sin que la defiendan sus respectivos gobiernos. La última sentencia favorable a un malagueño de Fuengirola, a quien el Ayuntamiento habrá de devolverle los casi 5.000 euros de «plusvalía» que no debió pagar por una venta a la baja de la vivienda que compró más cara, da para sumar un argumento más a esa soledad ciudadana.

Vampirismo bancario

Los gastos no compartidos por el banco y obligados a pagar al ciudadano para formalizar una hipoteca, las vergonzosas y abusivas cláusulas suelo o el mencionado pago de las plusvalías en herencias o compraventas (incluso cuando no existe valor añadido alguno, si no pérdida a precio de mercado) ya son argumentos suficientes para soltar sapos y culebras y dejarse la vida pleiteando. Pero ahora hay otro más, los más de 60.000 millones de dinero público perdidos de los 122.000 inyectados a los bancos, otra prueba irrefutable de esa omisión de defensa del ciudadano ante sus vampiros. El último informe del Tribunal de Cuentas nos abría a todos los ojos esta semana en la que se nos advertía de la nueva subida del recibo de la luz. La barbaridad de euros del erario público que se han transfundido a las entidades financieras rescatadas, la mayoría de esa especie en intencionada extinción llamadas cajas de ahorros, suma ya los 122.122 millones. Al cierre de 2015, algo más de 60.000 de esos millones de euros no se han podido recuperar. De esos millones perdidos, curiosamente, fíjate tú, ha sido Catalunya Banc la mayor destinataria.

Soledad hospitalaria

Mientras tanto, una auxiliar de clínica llamaba el jueves a la Policía Nacional, en plena madrugada, para alertar de su soledad en la planta de Traumatología de un hospital como el Regional de Málaga, centro sanitario antaño de referencia que se sigue llamando popularmente pese a la imposición de la Junta como el aviador Carlos Haya (al margen de que quienes lo llaman como siempre sepan quién fue el aviador ni tampoco parezca que les importe un pimiento). La policía no se personó. Quizá porque tampoco tenía suficiente personal, o quizá porque entendió que la llamada era más propia de la ansiedad de quien se ve desbordada por la responsabilidad adquirida y la impotencia, o quizá porque no quiso ser intermediaria de una lucha larvada en el seno de la sanidad andaluza entre la rebelión administrativa, la estrategia sindical o la pura desesperación laboral ante la degradación progresiva de la asistencia pública paralela al florecimiento de clínicas privadas.

Súper visor

Así, al pronto, parece razonable lo expresado por el hospital en su defensa, ya que la supervisión le comunicó a la trabajadora que esa noche, como hay obras y pintura que se van efectuando pasillo a pasillo, había la mitad de pacientes encamados. Por lo que los responsables de Carlos Haya aducen que la auxiliar, presunto ataque de ansiedad mediante, debería haberse puesto en contacto con los supervisores que siempre están en el hospital. Pero, claro, si la auxiliar se sintió desbordada ante la situación de soledad que al supervisor le había parecido razonable hasta el punto de darle la noche libre a la otra auxiliar que debía estar de turno, cómo iba a acudir al supervisor. En todo caso, ante estas situaciones que nunca trascienden porque sí, uno trata de aplicar el sentido común y éste no siempre es aritmético. Si se necesita ayuda especializada para levantar, por ejemplo, a una paciente operada de cadera, una auxiliar que está sola en planta a quién llama, ¿al supervisor?

Responsabilidad líquida

Pero la soledad ciudadana no está exenta de responsabilidad ciudadana. Ha muerto Bauman, el sociólogo polaco que acuñó el estado líquido de nuestra sociedad contemporánea. Y en ese batiburrillo de lo inaprensible («que no se puede asir» o «que no se puede comprender», ambas definiciones de la RAE valen) hay que mirar todos los ángulos de lo que sucede, aunque parezca que todo va camino de ser gaseoso y ni ángulos vemos o queremos ver. La primera y temible rueda de prensa de Trump, por ejemplo, ha dado aún más pistas sobre esos ángulos y sobre esa responsabilidad -la estupenda despedida de Obama también-. El actual inquilino de la Casa Blanca (bueno, aún inquilino de la Trump Tower donde toma cafelito la moderada Marine Le Pen) jurará la semana que viene como presidente electo de los EEUU por eso, porque ha sido electo.

Gigantes pequeños

Trump ha sido electo, en parte, porque muchas cosas se han hecho mal. Este Gil yanqui es un producto y un síntoma de ello, aunque las cosas que se hacen mal ya parecen diluirse en la liquidez que estamos aceptando vivir. Y es para preocuparse mucho. Mi niño me lo nota en la cara, ésa y otras preocupaciones. Entonces recuerdo la frase de Walter Benjamín. «Al jugar los niños, rodeados de un mundo de gigantes, crean uno pequeño que es el adecuado para ellos». Y juego con él… Porque hoy es sábado.