No hay censo, ni afiliación, ni cuota, ni estatutos, pero el sindicato de desvalijadores de los viejos (de los "mayores", si se quiere) es una realidad social ominosa y cada día más patente. No me refiero a los asaltantes callejeros o a domicilio, que esos a fin de cuentas realizan actos con tipificación penal y ya tienen policía y juzgados que se ocupan de ellos, sino a una nube difusa de insectos chupópteros que merodean a los mayores, sisándoles en los precios de cualquier cosa, vendiéndoles lo que no necesitan, aceptando dádivas fruto de la demencia senil o enchufándoles servicios y productos inútiles para ellos. Los miembros del sindicato viven y se desarrollan a base de no dejarse ver mucho, suelen mostrar solicitud mientras ejercen su actividad parasitaria y en general se las arreglan para hacer caja sin infringir norma alguna ni ver mermada su aparente honorabilidad.