Los socialistas están en capilla y en los próximos meses habrán de resolver los retos que tienen planteados. Está en juego el futuro no ya de este partido, sino el de la izquierda. Coincido con el profesor Valencia cuando afirma que si la derecha gobierna con cierta comodidad es porque la izquierda está desorientada, dividida y necesitada más que nunca de «un debate serio de ideas sobre lo que significa el socialismo hoy y, por otro, sobre las políticas que deben gobernar el mundo en que vivimos».

Es el momento de que el PSOE dé respuesta a las exigencias de una sociedad mayoritariamente de izquierdas pero gobernada por una derecha neoliberal porque ha sido capaz de fijar unas estrategias claras y cercanas, pese a las políticas de austeridad que tienen como norte de su gobierno y estar sumidos como partido en las más profundas cloacas de corrupción conocidas en España. No está mal volver a recordar que si la izquierda no gobierna en España es porque una parte de esa izquierda, Podemos, no lo quiso gracias a su mediático líder, Pablo Iglesias, que prefirió darle el bastón de mando al PP y a Mariano Rajoy.

El PSOE está en disposición de cerrar la crisis más grave de su reciente historia y depende de cómo lo haga el futuro de la izquierda en nuestro país. Se abre un proceso en el seno socialista de apenas 120 días que desembocarán en la elección de su secretaria (o) general y candidata (o) a las próximas elecciones generales. Doy por sentado, porque así lo tengo escrito, que Susana Díaz, la presidenta andaluza, estará en lisa en las primarias, tal cual el vasco Patxi López y, con seguridad, Pedro Sánchez. Las diferencias políticas se harán visibles y serán los militantes socialistas quienes tendrán la última palabra.

Hay unas fracturas en el seno del PSOE necesitadas de cerrar para conseguir ser alternativa de Gobierno. La primera es la territorial con un partido que debe plantearse qué hacer con el dislate independentista de Cataluña y, paralelo, recuperar la sintonía con el Partido Socialista de Cataluña. Es sabido que gobernar en La Moncloa requiere ganar en Andalucía y que en Cataluña los socialistas salgan del pozo en el que están, siendo actualmente la tercera o cuarta fuerza cuando hasta no hace muchos años competían con los antiguos convergentes para ser la primera. Despejar esta incógnita, incluso superando o mejorando el Pacto de Granada debe estar en la agenda de quienes van a pedir el voto para las primarias.

Hay una segunda fractura que demanda mucha altura de miras, sensatez y serenidad para saber usar la rica y poderosa historia de los más cien años de historia del PSOE. Es lo que algunos llaman la fractura generacional. No se puede arrinconar, ni marginar, ni humillar a históricos socialistas que lo dieron todo y acumulan años de experiencia y gobierno. Es cierto que afloran nuevos liderazgos pero sería un error imperdonable enterrar o desconocer sus aportaciones. Nadie, en su sano juicio, puede abandonar o no tener en cuenta su propia historia si bien, y a la inversa, hay que pedir que no haya líneas rojas y yo sé lo que me digo. La militancia con su voto es quien decide, que no se olvide. Y fractura generacional significa también que la bolsa del voto del PSOE no debe estar, prioritariamente, en las zonas rurales, entre los votantes de mayor edad, más centrada en el sur y alejada de los núcleos urbanos. Hay que abrir el partido a las generaciones que están tomando las riendas de este país. El PSOE no puede ser un partido de viejos.

Pero donde se juega su futuro la izquierda y, por tanto, el PSOE es en el debate ideológico abierto, al día de hoy, en canal con heridas tan profundas que exigirán cirujanas (os) de mucha fuerza, prestigio, claridad de ideas y con un programa que permita rehacer su propuesta ideológica y estratégica poder recuperar los dos millones de votos perdidos o desencantados que se fueron a Podemos o a la abstención. Y en positivo, hay un reto urgente, imprescindible y necesario si de verdad se quiere ser alternativa de gobierno y no es otro que recuperar la ilusión de la gente joven, de las clases medias y urbanas, de los profesionales porque en este arco poblacional es donde los socialistas sufrieron la mayor sangría.

Continuará.