Hay cosas sin precedentes en la toma de posesión por Trump como Presidente USA, pero la más importante es que coincida con las primeras investigaciones que podrían llevar a destituirlo. A estas alturas parecen fuera de duda tanto la intervención rusa en filtraciones que han tenido indudable peso en la victoria de Trump, como el giro radical que este proyecta en las relaciones con Rusia. Esto no basta, claro, y falta el engarce, o sea, la implicación de Trump y su entorno en la conjura, o la conciencia de ella. El asunto Watergate fue mucho más venial, pero en él hubo una investigación mediática a fondo, que dio con el hilo del que tirar, y luego ya no les quedó otra a las instituciones que seguir adelante, hasta llegar a la destitución de Nixon (su dimisión forzada, en realidad). En todo caso la cuenta atrás ha comenzado a la vez que la cuenta adelante del mandato, y esto promete.