Si en los próximos días sufre algún tipo de percance y los bomberos tienen que acudir en su ayuda encontrarán que sus rostros aparecen marcados con pintura negra y tres eres mayúsculas sobre su frente. Esas tres eres simbolizan sus principales reivindicaciones y ha sido la forma acordada para llamar la atención sobre las mismas y sobre el encierro que mantienen como mecanismo de presión sobre el Ayuntamiento de Málaga.

Las reivindicaciones son simples y de sentido común. Veámoslas.

La primera ere simboliza la necesidad de un Reglamento de Régimen Interno que sustituya al que tienen en vigor actualmente. ¿Y saben ustedes por qué reclaman un nuevo Reglamento? Porque el que está actualmente en vigor es del año 1959. Sí, han leído bien, el Real Cuerpo de Bomberos de nuestra ciudad se rige por un Reglamento de 1959, el mismo año en que, por ejemplo, Enrique Fuentes Quintana redactaba un Plan de Estabilización Económica para sacar a España de la autarquía. Si esto último les suena a prehistoria económica, imaginen cómo deben sentirse los bomberos cuando tienen que remitirse para todas las cuestiones de su día a día a un Reglamento de tal fecha, con categorías obsoletas y formas de relacionamiento entre sus estructuras de mando y la plantilla absolutamente verticales y alejadas de cualquier atisbo de valores democráticos.

Lo que los bomberos reclaman es que se sustituya el actual gobierno a golpe de circular por el gobierno sobre la base de un nuevo Reglamento interno debatido y negociado entre todos, como ocurre en el resto de capitales andaluzas. Tampoco es que estén pidiendo la luna.

La segunda ere alude a la reclasificación, es decir, a disponer de un horizonte definido y objetivo de promoción interna y que los ascensos no queden al albur de las potestades que confiere el Reglamento antes citado a la discrecionalidad de la jefatura.

Y, finalmente, la tercera ere simboliza la reducción de la jornada de modo que se elimine el exceso de horas de trabajo que mantienen con respecto al resto de sus compañeros de todo el Estado.

Si a estas tres reivindicaciones sumamos el estado de la plantilla (de 302 efectivos, 151 tienen más de 50 años; de los cuales, 83 tienen más de 55 años y 9 tienen más de 60 años); el desmantelamiento de unidades de rescate para contextos específicos y la falta de medios materiales nos encontramos con un servicio público que se encuentra en una situación muy delicada y que nos afecta a todos.

Y es que interpretar las reivindicaciones de los bomberos en clave corporativa es olvidar que muchas veces se juegan sus vidas para salvar las nuestras y eso exige, por mero compromiso social y ético, que sus condiciones de trabajo y seguridad sean las mejores posibles.

En este sentido, los problemas con la gestión del servicio, devenidos en enfrentamiento abierto, y que aglutinan al 98% de la plantilla en contra de la actual jefatura son la expresión más evidente de que las condiciones de trabajo no alcanzan los estándares de lo razonable. Y eso no es un problema que pueda quedarse entre las paredes del parque de bomberos sino que debe trascenderlas para que sus reivindicaciones se conviertan en las nuestras, reclamando conjuntamente más y mejor seguridad, no sólo para ellos sino para todos.

Sólo desde esa perspectiva conseguiremos frenar lo que a todas luces es un deterioro planificado de este servicio público con una finalidad torcida: la de justificar su progresiva privatización por la vía de integrarlo en alguna suerte de consorcio que abra la provisión de este servicio público básico a la empresa privada. Frente a ello, y por el bien común, apoyemos a nuestros bomberos.

*Montero es diputado y secretario general de Podemos Málaga