El termómetro fiturero dice que se ha acabado la crisis. Otra vez tantos políticos como profesionales, si no más. El megaescenario de la vanidad política sigue creciendo. Escribo de pie, con los pies juntos y los codos pegados al cuerpo, como exigiría la norma del respeto escribiente, si estuviera escrita. ¡Chapó otra vez por Ifema, la institución ferial madrileña que organiza Fitur!

En 1980 Fitur no existía, pero allí estaba Ifema, avizora y presta para engendrarla. Desde entonces, Ifema demuestra cómo se gestiona la estacionalidad ferial y cómo se rentabilizan los egos ajenos, a base de alimentar el egotismo fiturero de los egos políticos que se abastecen con nutrientes feriales distintos de los estrictamente turísticos. Ateniéndonos a cómo define turismo la OMT, Fitur hasta podría ser una dignísima aspirante a convertirse en la hipóstasis invernal de la gestión turística. Ifema convierte Madrid en temporada alta durante tres o cuatro días de enero cada año. ¡Rechapó otra vez por Ifema!

Treinta y seis años cultivando el egotismo fiturero han dado para mucho. Desde ya, propongo que acometamos un sesudo estudio que dé luz al éxito de Fitur, cuya fórmula aspira a la eternidad. Una fórmula, simple a todas luces, en cuya enunciación solo intervienen tres factores determinantes para la inversión: la rentabilidad institucional, la rentabilidad política y/o la rentabilidad profesional de los expositores. Muchas son las veces que me he preguntado: ¿qué sería de Fitur si el costo de cada edición hubiera de responder exclusivamente a la rentabilidad profesional? Y cada vez me he respondido lo mismo: Fitur hace décadas que habría dejado de existir.

Fitur es una acción estratégicamente diferenciadora solo para Ifema y para la tribu política. Para nadie más. Desde la rentabilidad profesional, Fitur no justifica el presupuesto que consume del cofre de los euros dedicados a la promoción turística de nuestra Andalucía libre, por España y la Humanidad. Otros lo han visto ya. Analícese, si no, el caso de los colegas de Atout France -la antigua Maison de France, ahora más profesionalizada-, que de ferias saben algo. Tempora mutantur, et nos mutamur in illis, decía la escolástica. Me fastidia, pero es evidente, los franceses, otra vez, han comprendido el mundo antes que nosotros: «los tiempos cambian, nosotros hemos de cambiar con ellos». No obstante esto, ¡requetechapó otra vez por Ifema, caray! Los ifemeros, ifemenses, ifemeños... o como quiera que sea que prefieran denominarse los profesionales de Ifema encargados de inocular el virus de la adicción a Fitur, son unos cracs.

Sería hermoso -y útil- que nuestra Consejería de Turismo abriera los ojos sapienciales y asumiera que desde el estricto otero de la profesionalidad turística, detraer todo el presupuesto -o la mayor parte- que se consigna a Fitur, y asignarlo a acciones promocionales puntuales, profesionalmente calculadas y científicamente dirigidas, multiplicaría por cinco los quintales de los pesos específicos de la singularidad, de la penetración, de la efectividad, de la oportunidad de mercado y de la rentabilidad de la inversión. Si la univocidad existe, lo expresado podría ser su botón de muestra. Obviamente, para el astuto ojo de la profesionalidad política la cosa no pintaría igual, porque las acciones profesionalmente bien calculadas, salvo excepciones, no invierten en escaparates facilitadores de la visibilidad política, que, precisamente, es la variable mágica en la que basa su éxito Ifema cuando cada año nos invita a despearnos y despernarnos en enero, en Madrid, fitureando con la fresquita...

Un pequeño apunte, para Ifema y para quien pudiera sentirse concernido:

Apenas he tecleado el título de este artículo, para que me recordara cuándo inició su andadura, he consultado la página web de Fitur. Extrañamente, en la página de Fitur no figura su historia, así que se lo he preguntado a quemarropa al sabelotodo señor Google. Inmediatamente, la inquieta Wikipedia ha levantado su brazo gritándome ¡yo lo sé, yo lo sé...! Al preguntarle, además de lo que perseguía, Wikipedia me ha mostrado una fotografía a cuyo pie reza: «La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, en un stand del bicho. 2014».

Y me pregunto: Lo de ´bicho´ ¿será una parapraxis de las que nos habló Freud o será una licencia anfibológica del señor o la señora que escribió el pie de foto, que, cuando lo escribió, como los franceses, ya había comprendido que los «tiempos cambian» y que Fitur es más cosa de políticos profesionales que de profesionales turísticos?